Opinión
El gas natural de Egipto agita la tensión en el Mediterráneo oriental
Marc Español - El Cairo
A finales del pasado mes de julio, El Cairo acogió -sin la pompa que tanto gusta a las autoridades egipcias- un estratégico encuentro que reunió a los ministros de Energía de seis países del Mediterráneo oriental. Junto a ellos, sus homólogos jordano y europeo, representantes de Francia y el Banco Mundial y, como invitado de honor, el secretario de Energía de Estados Unidos. Toda una exhibición de excepcional sintonía regional. Los titulares de Energía de Chipre, Egipto, Grecia, Israel, Italia y Palestina se daban cita en la capital del país árabe con el propósito de ultimar la estructura básica del Foro del Gas del Mediterráneo Oriental, una organización internacional aún en desarrollo que aspira a articular un mercado regional de gas en beneficio de sus estados miembro. El Foro se había presentado inicialmente al público en enero, en otra reunión celebrada también en El Cairo, y representa la plasmación institucional de los intereses compartidos en materia de energía y seguridad por parte de sus socios. Pero igual o más importante, el Foro, que cuenta con las notables ausencias de Turquía, Líbano y Siria, simboliza el nuevo tablero de alianzas que se está fraguando en el Mediterráneo oriental en torno al gas natural, con unas consecuencias que lo trascienden. Para Egipto, que se sitúa en el centro de los esfuerzos para impulsar dicha organización, el nuevo organismo supone un paso más en sus planes por convertirse en un futuro cercano en un “hub” regional de gas natural, con la mirada puesta especialmente en el mercado europeo.
“All-in” de El Cairo
Las primeras exploraciones de gas natural en el país de los faraones se realizaron a inicios de los años 60. Pero no fue hasta 1997, al descubrirse 17 yacimientos repletos de este hidrocarburo en la costa norte, cuando Egipto se adentró en una nueva época marcada por los nuevos hallazgos y el aumento de producción, lo que a la larga le permitió empezar a acumular reservas y exportar gas a países como Israel, Jordania y España. Esta época de bonanza del sector gasístico egipcio se vio no obstante frenada en seco a raíz de la inestabilidad que vivió el país tras la revolución de 2011. Las exportaciones se detuvieron, la producción entró en déficit y, a partir de 2013, las empresas productoras que estaban operativas dejaron de hacerlo por los reiterados impagos del Gobierno. Una suma de reveses que arrastró a Egipto al déficit energético y le obligó a importar gas. Todo cambió de nuevo en 2015, cuando sus expertos se toparon con el macroyacimiento de Zohr. Escondido en las profundidades del Mediterráneo, a más de 150 kilómetros de la costa norte de Egipto, Zohr es el mayor yacimiento del Mediterráneo descubierto hasta la fecha, y atesora en su interior reservas estimadas en unos 30 trillones de metros cúbicos de gas natural, cuyo valor se calcula que podría alcanzar los 12.000 millones de dólares. Tocados por la buena suerte, tras el descubrimiento de Zohr, los especialistas han dado con nuevos yacimientos que, aunque no son comparables, han contribuido a convertir Egipto en un país autosuficiente en materia de gas y en el tercer mayor productor de África. Para el régimen de Al Sisi, que tras el período revolucionario se encontraba sumido en una profunda crisis económica de la que aún no ha logrado sacar al país a pesar de haberlo estabilizado, los descubrimientos y la mejora del sector han supuesto toda una bendición que ha permitido volver a soñar con convertirse en un núcleo regional de gas. “En nuestros peores días la producción decayó hasta 1,5 billones de pies cúbicos al día, y consumíamos cinco, por lo que teníamos que importar”, señala a LA RAZÓN el ingeniero Husein Mesharafa, director general de Transmed, una consultora egipcia especializada en la industria de gas y petróleo. “Ahora hemos alcanzado ocho [billones de pies cúbicos], seguimos consumiendo seis, y está proyectado que produzcamos doce a finales del año que viene,” agrega. “Tenemos mucho gas, y esto convertirá el sistema en apto para comerciar”, anticipa. “Nos estamos quedando sin espacio para almacenarlo”, añade. Un hub es un punto de referencia, físico o virtual, de los mercados internacionales de gas desarrollado para facilitar los servicios logísticos y comerciales de dicho recurso. En el caso de Egipto, muchos consideran que se encuentra en una buena posición para asumir este rol gracias a su estratégica ubicación en el Mediterráneo oriental y junto al canal de Suez, y gracias a su extensa infraestructura. Conscientes del potencial de Zohr y del resto de hallazgos, el gobierno egipcio empezó a introducir reformas profundas en el sector gasístico con el fin de ayudar a impulsarlo. En el plano legal, la medida estrella diseñada por El Cairo fue la llamada Ley del Gas. Adoptada en 2017, la norma sentó las bases para liberalizar este sector, establecer un ente regulador –GasReg– encargado de supervisar la transición y el mercado, y abrir las puertas a que otros países puedan utilizar la infraestructura egipcia con fines comerciales. “La promulgación de la ley y sus regulaciones ejecutivas marca un importante hito en la modernización del sector del gas y brinda significativas oportunidades a Egipto para convertirse en un hub regional de gas,” considera en declaraciones a este medio Mohamed Tolba, de la mencionada Autoridad Reguladora del Gas (GasReg). Paralelamente, el gobierno ha dedicado grandes esfuerzos en resolver los casos de disputa o arbitraje que arrastraba con empresas del sector, así como a abonar los pagos atrasados que acumulaba, en un intento de inyectar nueva confianza a los inversores. Prueba de su voluntad en esta dirección es que las deudas pendientes de Egipto se han reducido de los 6.300 millones de dólares en 2013 a 1.200 millones a finales de 2018, una tendencia a la baja que se espera que lleve al país a liquidar todos sus pagos atrasados a finales de 2019. Gracias a las reformas llevadas a cabo, que también han incluido cambios en los términos de los contratos de exploración y producción, nuevas empresas han entrado ya en el sector gasístico egipcio. Desde 2014, Egipto ha firmado hasta 61 acuerdos de exploración de gas y petróleo que deberían acarrear inversiones por valor de 14.000 millones de dólares. De entre todos ellos, los más destacados son los que se cerraron con Israel y con Chipre en 2018, y que en sendos casos implicarían importar gas a Egipto, licuarlo y prepararlo para exportar. Asimismo, Egipto ha firmado otros acuerdos significativos de colaboración con la Unión Europea, otro con Chipre para construir un gaseoducto con el que poder transportar gas a Egipto, con Jordania –que han sido los más numerosos–, y con Iraq. “Considerando los grandes hallazgos de gas en Egipto a lo largo de los últimos años, la aceleración de los procesos para explotarlos y exportar, como [muestran] los acuerdos con Israel y Chipre, y sus plantas de licuefacción, Egipto está mejor posicionada para convertirse en un hub energético [que sus países vecinos],” apunta a este medio Zenonas Tziarras, investigador en el centro PRIO Cyprus. A pesar de los pasos agigantados dados en esta dirección, sin embargo, Egipto deberá hacer frente a algunos desafíos que podrían complicar sus planes. Uno de ellos, y el más urgente de todos, es el de acabar de ganar la partida a otros esquemas de exportación alternativos a los planteados por Egipto, como un posible gaseoducto que conecte Chipre con Italia a través de Creta y Grecia. Asimismo, Egipto deberá encauzar el constante aumento de su demanda interna provocado por un pronunciado aumento demográfico. Y no menos exigente, El Cairo deberá demostrarse capaz de mantener la seguridad del país, un requisito que no está garantizado, especialmente en sus zonas periféricas.
Tablero regional
Los cambios que ha experimentado Egipto en materia de gas natural desde 2015, sin embargo, no se reducen ni a Egipto ni al gas, sino que forman parte de un renacimiento generalizado que el sector está viviendo recientemente en el Mediterráneo oriental. A pesar de la primacía egipcia, otros países de la región, como Israel y Chipre, también han descubierto en los últimos años grandes yacimientos de gas ante sus costas. Y aunque se cree que otros, como Palestina y Líbano, podrían hacerlo pronto, la fortuna no se ha repartido de igual forma entre todos. Algunos, como Turquía, se están quedando fuera de la fiesta. Una distribución desigual de la riqueza que está alentando una redefinición de las relaciones entre los Estados de la zona, empujados por la prisa por asegurar y explotar sus recursos, o inquietos por estarse quedando al margen de tan lucrativa industria. La traducción más evidente de este realineamiento regional alrededor del gas natural ha sido la fundación del anterior Foro del Gas del Mediterráneo Oriental. Una organización que algunos valoran como un positivo estrechamiento de vínculos entre Estados de la región, mientras que otros lo consideran una mezcla entre una provocación y una oportunidad perdida, en vista de la exclusión de los turcos y, en menor medida, libaneses. “El Foro puede ser instrumental para avanzar en las relaciones y la colaboración entre los países miembro, pero el hecho de que Estados como Líbano y Turquía no estén involucrados limita el impacto que pueda tener a la hora de promover la paz, la estabilidad y el desarrollo de la región”, asegura Tziarras desde su oficina, situada a poca distancia de uno de los puntos de control que dividen la ciudad de Nicosia, en Chipre. “El Foro es un importante logro diplomático, y la relevancia de juntar a todos estos países no debería subestimarse”, observa a su vez Michael Tanchum, investigador del Instituto Austríaco para la Política Europea y de Seguridad. Sin embargo, el también investigador de las universidades Hebrea de Israel y Bakent de Turquía considera en declaraciones a LA RAZÓN que dicha organización, al igual que otras alternativas previas, “además de ser geopolíticamente polarizadora, es muy limitada e ineficiente, y, de hecho, podría incluso no ser viable desde el punto de vista comercial.” Una de las consecuencias que ya puede atribuirse a este nuevo alineamiento regional es la de haber ayudado a profundizar las relaciones entre Egipto e Israel, cada vez más alejados de un conflicto regional que otrora simbolizaron. En esta línea, durante una reciente visita del ministro de Energía israelí a su homólogo egipcio, se llegó a tantear la posibilidad de construir una instalación para licuar gas en el sur del Sinaí, a las orillas del mar Rojo, con la mirada puesta en el mercado asiático, que consume la mayoría del gas natural líquido del planeta. Una muestra y deseo de colaboración hasta hace poco inimaginables. Asimismo, el gas se ha convertido también en un motivo de peso suficiente como para que Tel Aviv y Beirut se planteen dejar a un lado su histórica animadversión y se planteen negociar su disputada frontera marítima, que obstaculiza la explotación de recursos en la zona. Pero como alertan Tziarras y Tanchum, la disposición de los países de la región en los bloques actuales ha provocado una escalada de tensión en la zona, alimentada especialmente por la animosidad que impera entre los actores implicados y por una delimitación de fronteras marítimas en el Mediterráneo oriental aún en disputa. El foco de esta crispación es la isla de Chipre. Durante años, las dificultades para explotar el gas que se acumulaba a su alrededor disiparon el interés, pero a medida que se han ido descubriendo nuevos yacimientos y adaptado técnicas para extraerlo, su atractivo se ha disparado. Y con él, el afán por controlarlo. En 2018, Turquía realizó una limitada acción naval para detener a un buque de una petrolera italiana que se dirigía a un yacimiento descubierto hacía poco en la zona económica exclusiva chipriota, que Ankara, al no reconocer Chipre, cuestiona. En esta línea, el pasado mes de mayo el Gobierno turco, que alega defender los intereses de los turcochipriotas del norte de la isla, anunció que realizaría exploraciones propias en territorio de Chipre, desatando las denuncias de la comunidad internacional y aumentando el estrés chipriota. El ministro de Energía turco, Fatih Donmez, aseguró el pasado 7 de octubre que un buque de perforación se disponía a empezar inmediatamente las prospecciones de gas y petróleo, enfureciendo a la alianza egipcio-griego-chipriota. Para Turquía, el estrechamiento de lazos entre los países que integran el Foro del Gas del Mediterráneo Oriental no solo le aleja de las nuevas reservas de gas natural de la zona, sino que al mismo tiempo habilita a los anteriores Estados a trazar rutas para llevar su gas hacia Europa que eviten la red turca, privando a estos últimos también de ese tránsito. “Los chipriotas tienen la opción de darnos [a Egipto] el gas, o esperar y enviárselo a los griegos, pero la clave no es dónde [llevarlo], sino cuándo”, sugiere Mesharafa. “Tienen que tomar una decisión rápido, los turcos están enviando flotas a la zona, por lo que ya no es una cuestión económica sino de tiempo”, prosigue, antes de agregar: “Su mejor opción es enviarlo por debajo del mar a Egipto y confiar que los egipcios puedan defenderlo”. Quienes no se están quedando al margen de este conflicto abierto son la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia. Los dos primeros brindan su apoyo sin fisuras a Chipre y al bloque articulado alrededor del Foro, dado que ello ayudaría a reducir la dependencia europea respecto al gas ruso y contribuiría al estrechamiento de relaciones árabeisraelíes. Moscú, por su parte, ha mantenido hasta el momento una actitud calculadamente silenciosa ante el aumento de tensión en la región, y ha movido fichas sin hacer demasiado ruido con el objetivo de colocarse en una posición ventajosa para cuando convenga. “Por ahora, el gas del Mediterráneo oriental no puede competir con el ruso en el mercado europeo ni en cantidad ni precio”, desliza Tziarras. “Sin embargo, Rusia se ha asegurado de diversificar sus rutas de exportación a Europa, por ejemplo, a través de un nuevo gasoducto en Turquía”, hace notar el investigador. “Además, Rusia está tratando de asegurarse derechos de perforación en Líbano y Siria para tener voz en desarrollos futuros”. “Al mismo tiempo, Moscú ha hecho la vista gorda con las actividades ilegales y desestabilizadoras de Turquía en la región, puesto que cualquier complicación o retraso en la explotación y exploración de gas del Mediterráneo oriental le conviene”, concluye.
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