Opinión

El Ejército como garantía de libertad

La gran familia castrense española celebró ayer su fiesta grande, la Pascua Militar, una tradición bicentenaria, instaurada por Carlos III para conmemorar la reconquista de Menorca de manos inglesas el día de Reyes de 1782, en una ceremonia presidida por el jefe del Estado y jefe de los Ejércitos, Su Majestad Don Felipe VI, que discurrió, como no podía ser de otra forma, dentro de la más absoluta formalidad, no exenta de la camaradería que caracteriza a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas, aunque sin la cordialidad de otras ocasiones. Pero si había incomodidad o preocupación por la evolución de los acontecimientos políticos en curso, sólo se dejó traslucir, si acaso, en el perceptible nerviosismo en las palabras de salutación de la ministra de Defensa en funciones, Margarita Robles, y su innecesaria referencia a una España «incluyente», –como si nuestras leyes pudieran tolerar la exclusión de nadie– que, sin duda, traía ecos de la indignación suscitada por la malhadada intervención de una diputada batasuna en la sesión de investidura de la jornada anterior y el silencio incomprensible del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ante los insultos al Rey y a nuestra democracia española. Sin embargo, las palabras que Su Majestad dedicó a sus compañeros de Milicia pronto nos situaron ante la realidad de un Ejército como el español, que no es sólo una de las instituciones más respetadas y queridas por el conjunto de los ciudadanos, sino que representa en su ámbito de actuación a una nación moderna, capaz y solidaria, como dijo Don Felipe, que se ha convertido en una de las democracias más completas del concierto internacional.

Nuestras Fuerzas Armadas y, por supuesto, la Guardia Civil, que acaba de cumplir su 175 aniversario, reflejan, con su profesionalidad y espíritu de sacrificio, la gran potencialidad de la sociedad española a la que sirven, desde el compromiso, como también quiso recalcar el Rey a nuestros militares, con España y con nuestra Constitución. En definitiva, atados por vocación y lealtad a la misión fundamental de garantizar la libertad y la seguridad de los españoles. Una misión que se extiende fuera de nuestras fronteras y que, ayer, ante el evidente deterioro de la situación de seguridad en el Medio Oriente, donde crece la tensión bélica entre Washington y Teherán –tensión que amenaza con arrastrar al resto de las potencias de la zona–, estuvo muy presente en la celebración de la Pascua Militar. No en vano, España mantiene a día de hoy, como también recordó Su Majestad, cerca de tres mil soldados en 16 misiones en el exterior, tanto bajo bandera de la UE como de la OTAN o Naciones Unidas, una de las cuales se desarrolla, precisamente, en Irak, escenario fundamental en el conflicto que se avecina.

La preocupación por los hombres y mujeres allí desplegados era evidente, pero, al mismo tiempo, asumida en la realidad actual de una España perfectamente integrada en Occidente y comprometida con el mantenimiento de la paz y la defensa de la libertad. En este sentido, nuestras Fuerzas Armadas, y Guardia Civil, son referente de eficacia y profesionalidad entre nuestros aliados –ninguno de los 177.000 militares y guardias civiles que se han desplegado en el extranjero desde 1989 han protagonizado acción alguna que conlleve deshonor para el uniforme que visten– y gozan del respeto general. Merecerían que la Nación a la que sirven dedicara un mayor esfuerzo presupuestario para dotarles de los medios que les son necesarios para el cumplimiento de las misiones encomendadas. La primera de ellas, la más importante, es preciso no olvidarlo, la defensa de la libertad y la integridad territorial de España, apoyados, en las palabras finales del Rey, en los valores constitucionales, morales y cívicos.