Opinión

Más débiles, menos fiables

El bueno de Grande Marlaska va a tener que triplicar según se acerque el buen tiempo el tamaño de la valla de Melilla. No gana para disgustos a cuenta de sus compañeros de coalición. Tampoco la responsable de Exteriores, Arancha González, tiene margen ni para ausentarse en el baño con tamaños socios. Y es que, algunos miembros del Gobierno, todavía luciendo sus zapatos nuevos, aún no se han enterado de realidades tan palmarias –tal vez por desconocimiento porque estaban a otras cosas– de cómo se las gasta por ejemplo nuestro aliado marroquí cuando se siente desairado por cualquier motivo o sencillamente tiene algún asunto de su interés que arrojarnos sobre la mesa, de modo que, muy probablemente el monumental «cabreo» del vecino del sur tras el recibimiento como ministra a una representante de la no reconocida República Árabe Saharaui por parte –cómo no– de un secretario de Estado español, de Podemos y número dos de Iglesias en Vicepresidencia para más señas, puede que haga caer del «guindo» a los consabidos activistas de coche oficial. Decía Sánchez que su Gobierno de coalición con Unidas Podemos tendría «varias voces pero una sola palabra», vaticinio que se ha mostrado manifiestamente renqueante transcurridos 56 escasos días desde que el interminable elenco de ministros y vicepresidentes/as tomase posesión. La cruda realidad, en contra de lo esperado entre otros por el núcleo de poder del PSOE, lo que viene a mostrar es un creciente protagonismo de la impronta podemita dentro del Ejecutivo, con efectos directos no solo contra la teórica preponderancia del partido mayoritario y la capacidad de maniobra del presidente y algunos ministros, sino y esto es lo más preocupante-en la propia credibilidad del gobierno de puertas afuera. No es la del contratiempo con Marruecos solventada con un «tuit» de la ministra de Exteriores la única «anécdota» que pone en cuestión la solidez de un Estado ante sus aliados. La inclusión de Iglesias, líder de Unidas Podemos antes que vicepresidente, en el arcano del CNI tampoco es precisamente un mensaje tranquilizador para las cancillerías extranjeras, conscientes del «quién es quién» en nuestra política. Queda esperar que un gesto atemperador y de reciprocidad por parte de Sánchez con su socio preferente no derive, fruto de la desconfianza en quienes han hecho carrera con la doble vía bolivariana y proiraní, en un más controlado y seleccionado flujo de información «reservada» por parte de unos servicios secretos de democracias amigas que tanto han hecho en la colaboración antiterrorista entre otros sensibles apartados. También hoy Moncloa se convierte en marco de la «devolución de visita» a un presidente autonómico al que se situará como referente de igual a igual en una reunión bilateral, para mayor desconcierto de unos socios europeos que mirando a Puigdemont ya no saben quién es el malo de esta película. Ergo, salvo que alguien demuestre lo contrario somos lo que somos… más débiles, menos creíbles.