Opinión
Aliens, la estampida borreguil
A quienes vienen aseverando que los medios de comunicación creamos alarma injustificada y somos poco menos que responsables de una inexplicable explosión de psicosis colectiva, –siempre matando al mensajero– conviene ponerles de bruces frente a una, como mínimo triple realidad: UNO, el «covid-19» ha llegado para quedarse durante una temporadita puede que muuuy pero que muuuy dilatada. DOS, su estancia entre nosotros va a suponer un verdadero y auténtico examen de resistencia en el que podrá testarse la capacidad de una sociedad bien para reventar en una estampida borreguil fruto del pánico descontrolado con final incierto, o bien para que su clase política, sus empresarios, agentes sociales, sistema sanitario y sistema productivo en general demuestren ese grado de temple y madurez imprescindible para evitar el padre de todos los colapsos. Y TRES, tan nefasta para todos puede resultar la obstinación por negar o minimizar el problema como la tentación de anunciar la llegada de un despiadado quinto jinete del Apocalipsis. Con estas tres realidades sobre la mesa derivadas de una pandemia que, aún no suponiendo un riesgo manifiesto –salvados casos de evidente riesgo– para la vida humana, sí disfruta de una muy poco común capacidad de propagación, se antoja evidente el hecho de que existe una responsabilidad compartida entre algunas maneras de informar sobre el asunto en según qué medios y la estrategia institucional a la hora de ofrecer mensajes supuestamente tranquilizadores mientras se detalla el creciente conteo de nuevos infectados, labor esta última en la que tal vez no sea ya suficiente la referencia única de Fernando Simón –impecable dicho sea de paso– como portavoz de algo que ya empieza a trascender los límites de su específico negociado al frente de alertas y emergencias. Para ser más exacto, ya está tardando la guardia pretoriana de comunicación que rodea a Sánchez en colocarle, en la línea de otros líderes occidentales, una bien medida intervención ante los españoles que vaya si es posible algo mas allá de su reciente y ramplona declaración de pasillos «tenemos una sanidad con las mejores garantías». La estampida todavía no se ha desencadenado, pero el personal anda ya manifiestamente «mosca» y las alambradas de contención comienzan a renquear. A saber, las redes sociales, –ese nuevo elemento de consumo altamente adictivo sin cuyas diarias dosis algunos no pueden ni salir a la calle– ya hacen circular toda la nueva mercancía llegada en origen de la lejana China y con transbordos más cercanos en la vecina Italia. Todo un «chute» para la red de alcantarillado socio-fecal. Sencillo tampoco es para los miles de alérgicos que estornudan por doquier ante la mirada de un miedo libre que contempla a «aliens» de piel verde y escamosa por cada esquina. Chinos, alérgicos, camioneros, corresponsales, viajantes… tan humanamente normal como el efecto devastador sobre la economía y los mercados porque, ¿sabe usted? nada es más «cagón» que un billete de quinientos euros.
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