Opinión

Glorioso confinamiento

Ha hecho mis delicias el vídeo viral del ciudadano vestido de dinosaurio que baja a tirar la basura y es finalmente amonestado por la Policía. So pena de ser políticamente incorrecta, el incívico disfrazado me ha arrancado una carcajada y a los niños confinados en mi entorno, una salva de aplausos. El humor estos días es una estentórea salva de positividad e ingenio. Ya en la guerra civil los dos bandos paraban para torear una vaquilla, o intercambiar cartas, o tabaco. No hay desgracia en que los españoles no hayan demostrado estas ganas de vivir que se expresan en el humor negro, tan nuestro.

El coronavirus saca lo peor de nosotros, pero también lo mejor. Una influencer juvenil ha convocado por internet a transgredir las normas higiénicas y chupar superficies contaminadas. Ha dado ejemplo lamiendo la tapa de un wáter público. Espero que le salga un sarpullido en la lengua. También están los cacos, apuntando en qué casas no se aplaude a los sanitarios, para darse un garbeo por los pisos desiertos. Y hay mucho gamberro que se salta el confinamiento y que multa la policía, pero en general asistimos a un derroche de generosidad y entrega, que los nuevos métodos de comunicación están haciendo fácil. Profesores que dan clases gratis, gimnastas que comparten sus entrenamientos, virtuosos que cantan o tocan instrumentos por el balcón o directamente en la red, pinchadiscos que amenizan las noches.

Hay gente escribiendo cartas por correo electrónico a los enfermos confinados en los hospitales, psiquiatras y psicólogos dando apoyo a depresivos afectados por el aislamiento; curas que acuden a las casas a dar la extremaunción a los enfermos.

Este parón muy generalizado de la vida industrial y social es un riesgo económico atroz, pero ha tenido consecuencias en la limpieza ambiental. Ver los canales de Venecia transparentes debe hacernos reflexionar sobre el modelo de explotación turística. Respirar el nuevo aire, aunque sea por una ventana, puede hacernos soñar con otra forma de organizarnos más sanamente. Gracias a la necesidad de tele trabajar, muchos estamos aprendiendo las videoconferencias y las conexiones empresariales más ventajosas.

Pero el confinamiento está suponiendo sobre todo una aproximación interesante a uno mismo, a sus recursos y su falta de ellos. Es tiempo de recuperar amistades telefónicas. De salir al mundo gracias a los libros y vídeos y conciertos on line. De echar de menos a los que no se puede visitar. Tiempo de hacer gimnasia cuando el ánimo se aflaca, y de volverse a Dios cuando faltan las fuerzas. De repente se añora el templo y se siguen homilías por internet. La misa on line multiplica el «share», el hombre moderno se para a pensar por qué y para qué vive y muere.