Opinión
Queremos vivir
Bélgica ha condenado a sus viejos infectados por coronavirus a la sedación. El comunicado de la Sociedad de Geriatría ha causado revuelo incluso allí, donde la eutanasia es antigua. Aconseja que los ancianos con coronavirus ni siquiera sean trasladados al hospital, sino que reciban cuidados paliativos en casa o en la residencia «porque el tratamiento puede prolongar la vida, pero ofrece pocas posibilidades de recuperación».
A medida que el número de fallecidos aumenta en España nos acostamos con más frecuencia con el rostro de un amigo muerto impreso en la retina. A pesar de ello, no nos dejamos derrotar. Seguimos lavándonos las manos, usando protección, guardando las distancias. Descubrimos en nosotros una avidez de supervivencia. Nunca hemos sido tan conscientes del amor a nuestros padres, familias, entornos. Nos conmueve pensar en los que mueren solos, agradecemos todos los días los desvelos de los admirables médicos. Sería maravilloso que este virus pasase dejándonos para siempre la capacidad de hacer nuestros los sufrimientos ajenos y distinguir los superfluo de lo esencial. La existencia se nos se revela como un bien preciado, cada segundo de ella como algo crucial. El último minuto puede ser precioso para despedirse de alguien por teléfono o dictar una misiva, por breve que sea. De repente no sobran horas de aliento.
Ahora bien, incluso en esta circunstancia seguimos siendo hijos del tejido cultural que nos alumbró. Los países, los continentes reaccionan de modo diferente. En Asia es fácil limitar las libertades, en Occidente cuesta más. En los telediarios alemanes se habla casi más de economía que de muertes. En los países mediterráneos se desobedece el confinamiento más frecuentemente. Ojalá que, pese a las muertes en residencias, más allá de las inevitables y dolorosas elecciones terapéuticas -por la escandalosa escasez de material- nuestra sociedad siga siendo criticada por defender a los mayores. Ha sido proverbial el comentario del holandés Frits Rosendaal, jefe de Epidemiología del Centro Médico de la Universidad de Leiden: «En Italia admiten en las UCI a personas que nosotros no incluiríamos porque son demasiado viejas. Los ancianos tienen una posición muy diferente en la cultura italiana». Se refería a que eso explicaba entre otras cosas las «escandalosas» cifras de muertos mediterráneos. «Demasiado viejas». Durante años se han aplaudido los supuestos «adelantos» de los países que aprobaron la eutanasia en Europa (Bélgica, Luxemburgo y Holanda). Ahora percibimos los errados cambios culturales que han supuesto. Un país, por ejemplo, tan religioso como lo fue Bélgica ha incorporado por completo el concepto de «calidad de vida». La tasación del valor de la existencia según los parámetros de salud, lucidez o dependencia. No en vano el documento belga alude con desaliento a los ancianos dementes o necesitados de ayuda externa, que tampoco son dignos de hospital.
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