Opinión
Pactos de Estado
El portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, evocó con seriedad y tal vez algo de emoción el gran proceso de industrialización de nuestro país ocurrido en la segunda mitad del siglo pasado. Se agradece el gesto, que rompe con esa tradición según la cual la derecha española carece de historia. Por eso mismo habrá que preguntarse cuántos diputados entendieron de qué estaba hablando Espinosa de los Monteros… Alguno recordaría que fue un socialista, Felipe González –gran hombre de Estado–, quien presidió el proceso inverso, el de desindustrialización, el mismo que nos ha llevado a estar en manos de un gobierno de incompetentes a la hora de suministrar el material básico de protección en esta tragedia. De hecho, bajo la Presidencia de Felipe González no se creó ni un solo puesto neto de trabajo. Su sucesor dejó 5.287.000 millones de parados (datos EPA) y mejor no especular sobre cuál va a ser el legado de Sánchez. Un observador llegado de un planeta lejano deduciría que los socialistas españoles no tienen el menor interés en la creación de empleo. Así es. Los socialistas españoles, como la izquierda en su conjunto –es decir, el progresismo, porque en nuestro país apenas queda gente de izquierdas que no sea progresista–, están interesados en otras cosas. En particular, y dejando de lado cuestiones más palpables, en acabar con la derecha. Fruto de su incapacidad para pensar en términos nacionales, el progresismo español es portador de un gen guerra civilista que programa su naturaleza y su conducta. Liquidar al adversario político.
Lo más fascinante de este asunto no está ahí, sin embargo: el progresismo español se adelanta a su tiempo y por eso parece triunfar ahora, en tiempos de división y enfrentamiento. Lo fascinante es que ha convencido a una mayoría de españoles, incluidos simpatizantes y miembros del PP, de que es al revés. En nuestro país, se es moderado cuando se cree que el PSOE y los progresistas están dispuestos a pactar con la oposición grandes acuerdos de esos que llaman de Estado. Se cree o se finge creer, claro está, por motivos bien sabidos. Así que el PP, que sigue deseando ser considerado un partido moderado, se verá empujado a un nuevo pacto de Estado con quien sólo piensa en acabar con él y que ya, antes siquiera de cualquier conversación previa, le está traicionando.
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