Opinión

Más muertos que en el Valle de los Caídos

Salud y república, camaradas, pero sobre todo república, que es lo que interesa a Pablo Iglesias y a Alberto Garzón en estos días de confinamiento. A algunos les da por hacer bizcochos y a otros, a estos, por perfeccionar su empanada mental mientras los españoles atisban el desastre. Si como dice el presidente del Gobierno, esto es una guerra, el parte diario es espeluznante, en buena parte por los números ocultos, y por la asepsia con la que se trata. Los números no nos abren la piojera de las emociones como el subrayado musical que acompaña a algunas imágenes con la intención de hacernos llorar: esos reportajes que parecen «La lista de Schindler» con el huero testimonio de una señora en su balcón.

Los muertos están ahí, entre la cejas del profesor Bacterio, el doctor Simón, como pelillos para depilarse, y desde el Gobierno y su retahíla de ministros, no se habla de ellos. Pedro Sánchez se refería en sus mítines electorales a Juana, que luego bautizó Valeria, aquella mujer que le contaba sus problemas. Igual Juana, o Valeria, se ha contagiado, o conoce a alguien que ha fallecido. Pero ya los problemas de Juana, o de Valeria, si ha tenido acceso a un test, o a una mascarilla, interesan poco. Ahora somos números y no volveremos a tener nombre hasta que intenten hacernos creer que nos están salvando. Juana, o Valeria, resucitará como beneficiaria de una renta mínima.

Mientras tanto, los matemáticos llenan sus pizarras de hipótesis, entre ellas que en lugar de 18.579 fallecidos por coronavirus, podrían ser 35.000. Muertos sin nombre ni crespones negros. En el Valle de los Caídos hay enterrados 33.883, y antes de que el mundo cambiara, a los camaradas les interesaba mucho sus historias de hace 80 años. Los de hoy, muchos de ellos víctimas de la improvisación y la escasez de medios, enterrados solos y sin lágrimas, no son muertos ideológicos. O casi. La república los hubiera salvado, que es lo que Iglesias igual quiere decir. La culpa del escarnio en las residencias de ancianos, ahora de su competencia, la tiene el sistema, y el sistema, el suyo, solo contabiliza números. La aparición de Juana, o Valeria, no está prevista hasta la próxima temporada. Antes hay que exprimir el lenguaje bélico como un limón seco, siempre que el Rey no se vista de militar.