Opinión

¡Es la iniciativa, ingenuos!

La reciente etapa política posterior a los comicios generales –parece que fue hace un siglo pero llevamos cien días de gobierno– resultó toda una lección para políticos que parecían resistirse a mudar la piel pasando de la ingenuidad y la brocha gorda propia de las decisiones en los recién llegados a un colmillo al menos tan retorcido como el de quienes desde el poder tuvieron como única estrategia desde la noche electoral, no solo dejar fuera de todo posible acuerdo a la oposición constitucionalista, sino además señalarla con notable éxito como responsable del bloqueo institucional. Ni Albert Rivera ni Pablo Casado lograron tejer un relato que pudiera evidenciar la finta de Sánchez e Iglesias dispuestos desde su famoso abrazo a no contar con nadie que no fueran nacionalistas e independentistas.

Ciudadanos fue por libre y pago tal vez demasiado caro sus errores, pero fue sobre todo al PP de Casado a quien de manera especial se señaló desde gran parte de su feligresía como inane frente a los embates de una izquierda exigente de cheques en blanco a cambio de nada y remiso a plantarse frente a Sánchez con una sólida y cristalina gran oferta de estado, que, por encima de todo, pondría en evidencia a quien aspiraba a una investidura señalando al PP como adalid del bloqueo.

Y hoy, tan solo unos meses después, nos encontramos en estas. Con el país ante su más grave crisis desde hace décadas, con el gobierno social-comunista abogando por unos nuevos pactos de la Moncloa, con una oposición que no se fía de que se les vuelva a llevar al huerto, con unos poderes territoriales más que escamados y con el ya conocido discurso oficial de ofrecer con la mano de la propaganda un gran acuerdo sin exclusiones mientras la otra mano, la del mazo, desprecia e insulta desde la tribuna del parlamento o entrevistas de prensa a la oposición y a los empresarios. Tal vez por ello no haya que engañarse sobre lo que se debe hacer y lo que permite el peor gobierno en el peor de los momentos, sobre todo porque la idea inicial cuando se forma el actual ejecutivo es nadar dentro de un mar de confrontación permanente y caldeamiento de los ámbitos políticos y sociales, máximas sobre las que se construyó el acuerdo PSOE-Podemos con el apoyo separatista y que hoy se muestran inservibles para lograr un pacto real, sincero y libre de ataduras partidistas e ideológicas.

Ya se ha enseñado la «patita» por no decir el cuerpo entero, que no es otra más que alimentar el magma social de que nuevamente la derecha bloquea y hasta puede que algo cale. Razón de más para que Pablo Casado tome –esta vez sí– esa iniciativa, con enunciados claros y altura se miras. La España desesperada y cabreada además de agradecerlo, tal vez comenzaría a poner a cada cual en su sitio. Ergo, primero pacten, después pacten…y si no saben, váyanse.