Opinión

Un debate trucado

Vaya por delante, pues todo hay que explicarlo, que soy un firme defensor de la sanidad pública y, por supuesto y cuando sea necesario, de la intervención estatal. E igual que yo, antes y desde otras coordenadas, muchos de los grandes santones intelectuales del liberalismo. Entiendo que una de las mayores confusiones de estos días, alumbrada por un sector de la izquierda que ha hecho del relato su único programa, radica en el debate trucado sobre la sanidad pública vs. la sanidad privada. Basta atender a lo sucedido en el resto del mundo, de Alemania a Corea del Sur, para asumir que el fracaso, y los miles de muertos, y la destrucción del tejido productivo, han estado relacionados con la prevención, con la compra de tests y material de protección, con la existencia o no de un plan previo para saber cómo reaccionar, con el cuidado por atender al interés general antes que al vistoso abracadabra propagandístico y la colorista pirotecnia sectaria, así como por el detalle, en absoluto superfluo, de que los puestos decisivos no estuvieran copados por una casta sacerdotal y unos profesionales de la política sin mayor experiencia en la gestión de una crisis que la derivada de hacer la cama al compañero inmediato de las juventudes y/o la de copar un buen puesto en las listas ni, en fin, más currículum que la sostenida dedicación al arte felatriz del aparato (partidista). En España, por afinar, tuvimos un arranque catastrófico, con Vistalegre, liga de fútbol, 8-M y etc. Hemos padecido luego el bochorno de que una parte del Gobierno, alineada con los enemigos de la nación, intentase boicotear la intervención de la Unidad Militar de Emergencias. O que ese mismo sector trate de vender como renta básica lo que no es sino ingreso mínimo vital y similar al ensayado por Bolsonaro y Trump, como muy bien ha explicado el profesor Félix Ovejero, que entre otras cosas, y aparte de plantar cara a los mismos esencialistas que otros jalean, lleva años dedicado a reflexionar en serio, sin trucos, sobre la libertad y el mercado. Si después del 26 de abril asistimos a un repunte de las cifras será otra vez culpa del desbarajuste de un gobierno grogui. No de los criterios doctrinales y prácticos que cimentan un sistema sanitario que puede ser público, privado o mediopensionista, pero no, ay, sobrenatural o milagroso.