Opinión
Los días robados
Ahora no podemos movernos en libertad, por eso buscamos alternativas a la monotonía de los días robados
Eduardo Punset, que era un gran sabio y que nos dejó frases para meditar y resolver enigmas de la vida, aseguraba que “la belleza es la ausencia de dolor”, y cada mañana me lo recuerda mi amigo Jesús poniéndole música en la voz de Alicia Keys con nostalgias de una ciudad que me lo dio todo en el breve tiempo que la pude disfrutar, Nueva York. El jueves me escribió otra máxima del genio catalán, que viene a decir lo mismo bajo idéntico leit motiv “la felicidad es la ausencia de miedo”, adornada con música de Bach. Aun así, no padeciendo dolor ni miedo, la infelicidad y la amargura se presentan cuando menos lo esperamos, siempre provocadas por factores externos, porque si algo estamos aprendiendo en este encierro, al que nos vemos sometidos, es a valorar las pequeñas cosas de cada día que nos pasan inadvertidas en circunstancias de normalidad, quiero decir, cuando salimos y entramos sin temor a contaminarnos, cuando no estamos amenazados por una pandemia que se ha llevado a amigos y a un altísimo número de seres humanos; cuando vamos a trabajar, a comprar, a tomar unas cañas con calamares fritos a la barra de un bar... Ahora no podemos movernos en libertad, porque nos va la vida en ello. Por esto buscamos alternativas a la monotonía de los días robados, de ese privilegio hurtado al primer derecho que ha de gozar el ser humano, que es el de la movilidad sin necesidad de permiso, y por una cuestión de supervivencia hemos articulado un programa cosas en las que invertir nuestro tiempo detrás de las rejas; curiosamente la mayoría hemos optado por el ejercicio físico, la cocina, la lectura o las series de televisión, adaptándonos a las circunstancias como si fuéramos boys scouts, que buscan soluciones cuando la situación presenta signos de precariedad.
Padecemos un gobierno desorientado, incapaz, ignorante, inculto, sin ningún tipo de preparación y encabezado por un activista, una cajera de H&M, un kioskero de la plaza de toros de Valencia y un plagiador profesional. El panorama es penoso. Casi hubiera preferido a Mortadelo y Filemón, el profesor Bacterio, el botones Sacarino y Pepe Gotera y Otilio, aunque estos últimos están muy bien representados por Ábalos e Illa. Bacterio sería el equivalente a Fernando Simón.
Como decía en situaciones adversas podemos encontrar también un punto de optimismo y felicidad deteniéndonos en las pequeñas cosas, en los pequeños detalles que, de repente, nos sorprenden y nos alegran como una notita llena de cariño, que te halaga, o una rosita muy aromática recién abierta y recién cortada. Nos vemos recompensados, entonces, de esos seres oscuros, de alma oscura, vestidos de oscuro que intentan robarte el equilibrio y la armonía por la que trabajamos mentalmente en cada amanecer. Hoy es un día hermoso para disfrutar de “la grande bellezza” que observamos al mirar al cielo; de esos alimentos que vamos a cocinar y del vino –mejor o peor-, que vamos a beber; de la ilusión de seguir vivos, luchando y peleando a cara de perro para que nadie nos robe la esperanza de esa parcela de felicidad diaria que nos proporcionan las cosas mínimas, que de repente se convierten en grandes, enormes. Nos han robado ya casi cincuenta días, ¡y los que nos quedan! Nadie nos los devuelve, nunca se recuperarán, pero tampoco hay tanto perdido. Lo que importa es que no nos roben del alma la ausencia de dolor y la ausencia del miedo, los ingredientes fundamentales, según Punset, de eso que llaman felicidad. El tiempo es lo más valioso que tenemos. La libertad también. Sintámonos libres dentro del encierro y gastemos el tiempo en esponjar el alma.
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