Opinión
Decadente liderazgo
Está sucediendo ante nuestros ojos pero nos es difícil de aceptar. Me refiero a la creciente decadencia del liderazgo mundial de los EEUU. Estamos todos tan ensimismados en nuestros problemas sanitarios y económicos por el coronavirus 19 que no percibimos nítidamente la ausencia norteamericana en esta grave crisis internacional. Tras la 2ª Guerra mundial hemos vivido en Occidente dentro de un orden económico, comercial y diplomático creado por los norteamericanos. A partir de la década de los 90 del siglo pasado, estas reglas –que implicaban aceptar el liderazgo americano– fueron básicamente adoptadas por todo el mundo civilizado. Para todo esto, la superioridad militar convencional y la disuasión nuclear norteamericana fue decisiva. La admisión de China el año 2001 en la Organización Mundial de Comercio (OMC) significó que esta inmensa nación empezó a jugar con las tarifas aduaneras y cuotas que habían hecho prosperar a Occidente. Pero, eso sí, manteniendo un sistema político interno comunista. A partir de esta fecha el complejo entramado comercial y financiero mundial empezó a comportarse como una sola orquesta con dos directores: el original, el creador de la partitura inspirada en la organización interna democrática norteamericana; y el nuevo aspirante, un director chino cuyas reglas de producción y mercado interior se basaban en un centralismo estatal comunista. Con dos candidatos a director tan diferentes, era evidente que la orquesta iba a desafinar pronto.
Con la elección del Presidente Trump del año 2016 el amplio sector norteamericano al que le iban mal las cosas encontró un profeta que señalo con su dedo populista al responsable de todos sus sufrimientos: la globalización y específicamente, los chinos. En el mundo de Trump, las disfunciones sociales internas (por ejemplo no tener cobertura médica universal), las desigualdades económicas (más del 70% de la riqueza nacional está en manos de tan solo un 10% de la población) o lo anticuado de algún sector productivo (la extracción del carbón es uno de ellos) no tienen la culpa. Son los malditos extranjeros los responsables de todo. «America first», que para él significa «America only». Para el Presidente Trump el muro que está edificando en la frontera mejicana es la continuación de otras barreras mentales con los que quiere separar los EEUU del resto del mundo. De ahí, su retirada del acuerdo de París sobre el cambio climático, o sus arremetidas contra la OTAN, o el no apoyar económicamente –en plena pandemia del coronavirus– a ninguna organización o iniciativa sanitaria internacional. Pero no deberíamos culpar exclusivamente a Trump por estas tácticas populistas. Siempre hay que recordar que responde a una fatiga imperial de un sector importante del pueblo norteamericano que se ha visto envuelto en guerras interminables mientras que el resto del mundo prosperaba relativamente. Sus dirigentes políticos más recientes no han sabido imprimirle un sentido de orgullo por la creación de este desarrollo general; mientras que las cargas propias del imperio, eran cada día más evidentes.
En la crisis mundial por el coronavirus en que estamos sumergidos la ausencia de liderazgo norteamericana es clamorosa. Ante un problema que afecta a la Humanidad lo único que hay en los EEUU son preocupaciones locales. El culpar a los chinos, a los europeos, a los inmigrantes o al que toque es lo que emerge hacia fuera. Y este vacío de liderazgo está siendo aprovechado por el gobierno chino para tratar de presentarse como un poder benigno con responsabilidades globales hacia todos. Es decir que a sus inversiones económicas para conectar Asia, Europa y África une ahora sus desvelos por la salud mundial frente al coronavirus o el cambio climático. Resumiendo, el gobierno comunista chino está percibiendo la ventana de oportunidad que le ofrece la falta de liderazgo norteamericana y se postula para relevarle. Si lo lograra, las reglas internacionales actuales serían sustituidas por otras inspiradas en la ideología comunista y en el revanchismo histórico chino. Algo de esto es lo que estamos empezando a ver en la esfera del Derecho Marítimo Internacional sobre los mares orientales.
Y mientras estos dos titanes –el decadente norteamericano y el emergente chino– luchan por el liderazgo mundial ¿qué hace Europa? Lo veremos pronto con la discusión sobre un posible fondo solidario de apoyo a la reconstrucción. Una Alemania que murmura y una Holanda que vocifera se oponen a sostener un mercado interno europeo que tan beneficioso les ha sido. Se acerca así la posibilidad de una grave depresión paneuropea. Estamos unidos por una moneda común, pero tenemos políticas fiscales diferentes que en algún caso –como el holandés– han sido cínicamente retorcidas para aprovecharse del espacio financiero común. Estas naciones del norte se están resistiendo a apoyar a las meridionales que están siendo golpeadas duramente por la pandemia, no por ser económicamente irresponsables. Es decir que el coronavirus 19 está poniendo al descubierto una fisura interna europea que nos aleja no solo de cualquier sueño de liderazgo mundial basado en valores humanísticos y liberales, sino también de poder influir en la disputa chino norteamericana por el poder regulador. Ni que decir tiene que el oportunismo geopolítico del Sr. Putin tratará también de aprovechar la oportunidad de la división interna europea. Si falla el mercado interno, falla el fundamento de la Unión Europea. Si no resolvemos positivamente la crisis, esta vez puede ser la definitiva y probablemente hasta los Países Bajos se iban a hundir un poco más.
La Historia está cambiando ante nuestros ojos y no somos totalmente conscientes de ello. Tiempos recios se avecinan por la proa.
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