Opinión

Sobrevivir al azúcar (y las mentiras)

Algún día la gente contará a sus nietos que sobrevivió al 2020. La que sobreviva, claro. Con justificado orgullo explicará que resistió como Ulises a las diarias balconadas de aplausos, que ponían la calle perdida de hiperglucemia, cancioncitas y jaleo. Sacando pechito afirmará que salió adelante mientras la televisión estrenaba un serial de mucha risa sobre el confinamiento y sus miserias domésticas. Con los ojitos entornados hará recuento de los discursos del presidente Sánchez, que usaba los fines de semana para emular las homilías de Hugo Chávez mientras un Orinoco triste chorreaba en los ojitos de los cronistas firmes. Les hablarán a sus descendientes de una canción como Los abrazos prohibidos, que es todo un tratado de la obviedad, el tópico centrifugado y el ripio al servicio de una causa noble; será objeto de reverencia haber resistido mientras algunos de los músicos más admirables de este país perpetraron un cosita tan perrunamente mala, tan dolorosamente cursi, que logra que un tordo como el Do it know it´s Christmas del pobre Bob Geldof parezca escrita por el Bob Dylan más sutil, el John Lennon más efervescente o el Bob Marley más inspirado. Llegará el día, no crean, en que los supervivientes recordarán las broncas que desde el poder echaban a todos los que parecían empeñados en no desfilar a una y cuestionaban las decisiones de un gobierno que confundía la libertad de prensa con las fake news. Los que lleguen a viejos, o alcancen a seguir siéndolo, susurrarán que un gobierno de progreso disparaba contra los periodistas que escribían a su aire y los medios que no aceptaban ayudas a cambio de jalear al patrón. Los supervivientes, sí, referirán las hazañas de unos gobernantes que adoptaron el manual de resistencia patentado en EE.UU. por un sinvergüenza como Donald Trump y que repitieron las consignas en sumideros como Breitbart News o la Fox: no podía saberse, hicimos todo lo que pudimos, nos hemos guiado por el consejo de los expertos, los que cuestionan la gestión tienen una agenda oculta y/o son enemigos de la patria, etc. Imagino que en algún momento los pasmados descendientes preguntarán a sus yayos por los muertos. Será el momento de responder, genuinamente confundidos, ¿los muertos? ¿Qué muertos? En España no hubo enfermedad. Mucho menos cadáveres. En caso de duda pueden buscarlos en las hemerotecas.