Opinión

Macarra en el Congreso

El circo político vuelve a los espectáculos con animales. Tigres y leones. Primero fueron payasos de risa floja que avergonzaban a las víctimas y ahora las fieras enseñan los dientes y las babas. El partido animalista debería protestar. O despedirlos a la salida como a los cerdos cuando entran en el matadero. El vicepresidente segundo mostró piel de mariposa en el Congreso y otra de cocodrilo cuando se hizo un Trump, un Bolsonaro, un Maduro, y dijo a Espinosa de los Monteros que a Vox le gustaría dar un golpe de Estado pero que no se atreven. Iglesias sí que se atrevió. Tan delicado con su padre y tan déspota con los cuatro millones de españoles que votan al partido demonio. Le faltó un reto para liarse a puñetazos en la puerta. La ideología macarra. Era el segundo día de luto oficial. Iglesias coge el látigo hasta que sangran las costuras de Frankenstein mientras Patxi López, a su lado, se viste de perrito faldero sin faldas que pasa por el aro crecido por la fuerza del amo. No será hijo de terrorista si él lo dice pero impone el miedo al adversario desde el púlpito de Moncloa, ojo al escalafón, que es como si Freddy Krueger expendiera recetas para dormir. La pesadilla no concluye jamás. A un mal sueño sucede otro y cuando nos creíamos despiertos en la parada del autobús aparece el tren de la bruja que en realidad es un ogro. La provocación se ha convertido en matonisno de serie y aún se pregunta el Gobierno cómo la oposición no arrima el hombro y esas frases de corta y pega pronunciadas con desgana. El Ejecutivo hace su propio 23-F en la Guardia Civil pero son los otros los que dicen «al suelo todo el mundo».