Política
“Pedro, el de las Mercedes”
El último despropósito es ceder el ingreso mínimo vital a los gobiernos del País Vasco, Navarra y Cataluña para prolongar el estado de alarma
El presidente del Gobierno es enormemente generoso. Algo que, a priori, no tendría por qué ser objeto de crítica salvo por el pequeño detalle de que la factura política la sufrimos todos los españoles. Pedro Sánchez guarda un interesante paralelismo con Enrique II, el primer rey de la Casa de Trastámara, que fue conocido como «el de las Mercedes». Nació en Sevilla el 13 de enero de 1334, aunque algunos autores fabulan que fue en el castillo de Cabra, algo que complacerá más a la vicepresidenta Carmen Calvo, que es egarense y amante de la Historia, así como hermana del catedrático José Calvo Poyato, que no solo es un gran historiador sino también un excelente novelista.
Nada indicaba que el bastardo nacido de los amores entre Alfonso XI y la dama sevillana Leonor de Guzmán, miembro de una de las familias castellanas más poderosas, estuviera llamado a ser rey de Castilla salvo su ambición, la de su madre y la de una parte de los poderosos ricoshombres y el resto de la nobleza castellana. En esto coinciden los dos, porque nada hacía suponer que Pedro Sánchez sería secretario general del PSOE y luego presidente del Gobierno.
Alfonso XI engendró diez hijos con la bella Leonor, que era viuda cuando se conocieron, y Enrique fue prohijado por el magnate Rodrigo Álvarez, adelantado mayor de León y Asturias y merino de Galicia. A su muerte heredó el señorío de Noreña, así como otras propiedades que serían la base de su enorme poder en el norte del reino. Fue agraciado por su padre con el condado de Trastámara, que daría nombre a la dinastía, así como los de Lemos y Sarria. Este conjunto de señoríos le permitieron disponer de una enorme riqueza y poder.
El rey murió en 1350 y le sucedió Pedro I, quien encontró en el conde de Trastámara un enemigo que ansiaba el trono, aunque no tenía ningún derecho a él. Cuando su hermanastro le asesinó, tras triunfar en la guerra civil que les enfrentó, buscó los más peregrinos argumentos para justificar lo que hoy denominaríamos un cruento y brutal golpe de Estado para derrocar al rey legítimo. Desde un inconsistente origen ilegítimo hasta en su propio ejercicio del poder.
La ambición también une a Pedro y Enrique II que tuvieron que pasar dificultades, enormes problemas y desazón para conseguir el ansiado triunfo. Los dos buscaron alianzas con enemigos del reino, ya que Sánchez contó en su moción de censura con la izquierda antisistema y los independentistas. El conde de Trastámara consiguió el apoyo de los reyes de Aragón y de Navarra a cambio, como es lógico, de importantes concesiones territoriales. A esto añadió, también, la ayuda francesa que quería una Castilla débil.
Pedro I ha pasado a la historia con el injusto nombre de «el Cruel», pero en aquella época la historia la escribían los cronistas al servicio del ganador. No nos tenemos que escandalizar, porque todavía sigue sucediendo con algunos pseudohistoriadores al servicio del nacionalismo catalán o vasco. Enrique II tuvo que conceder importantes mercedes a los que le ayudaron, algo lógico teniendo en cuenta su ausencia de derechos legítimos para ostentar la Corona. Esto afectó a las arcas del reino y a los oficios que recibieron sus seguidores.
En este caso, Pedro Sánchez tiene toda la legitimidad para ser presidente del Gobierno, tanto tras la moción de censura como obviamente tras las elecciones. Las criticas de algunos a este respecto siempre me han parecido tan injustas e inconsistentes. En cualquier caso, el error fue de Rajoy cuando no quiso dimitir, con la excusa de que hubiera sido tanto como reconocer las razones que se esgrimieron para justificar la moción de censura, cuando los dirigentes del PNV le garantizaron que apoyarían un candidato del PP que no tuviera nada que ver con el pasado. Otra cuestión muy distinta es la enorme generosidad que estamos viendo y sufriendo en las mercedes que graciosamente otorga a sus aliados, así como la incoherencia entre lo que decía antes de las elecciones y lo que ha hecho después.
A esto hay que añadir el reparto de cargos que ha engordado la ya enorme administración general del Estado. Es lo que me parece más que criticable. El último despropósito es ceder el ingreso mínimo vital a los gobiernos del País Vasco, Navarra y Cataluña para tener el voto del PNV, la abstención de ERC y prolongar el estado de alarma. Es, simplemente, un escándalo. Estamos ante la consagración de unas autonomías de primera y otras de segunda con la aquiescencia de unos barones del PSOE que, desgraciadamente, se han convertido en simples vasallos al servicio de Pedro, el de las Mercedes. He de reconocer que es uno de esos artículos que hubiera preferido no escribir.
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