Opinión

Sánchez se tira al lodazal político

El problema no es que una persona mienta, sino que no volveremos a creerle. Así lo dijo el filósofo. Ni aunque digas la verdad te creeremos. En política es difícil recuperar la credibilidad cuando se ha falseado una y otra vez la palabra que, a la postre, es la herramienta de trabajo de quien sube a la tribuna de la sede de la soberanía nacional. El problema está en la raíz del propio Gobierno, en la falacia desde la que se puso en marcha la moción de censura y su propia constitución: Pedro Sánchez dijo no pactar con los partidos independentistas y lo hizo sin importarle las consecuencias; dijo también que Podemos era un partido «antidemocrático» e hizo vicepresidente a Pablo Iglesias. A partir de ahí, no hay límite. Se ha adoptado el nombre de «fake news» como si fuera una nueva tecnología de la inmoralidad, un juego virtual que no va más allá de las redes sociales, cuando sólo es mentira, cuando se engaña intencionadamente para cambiar voluntades, ocultar hechos incómodos, o emponzoñar a la opinión pública de bagatelas ideológicas, aplicando esa doctrina de la comunicación política –que parece que es quien tiene el mando del país– de que si no puedes convencer, por lo menos confunde.

Ayer, ante la imposibilidad de que Pedro Sánchez pudiese convencer a alguien de que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, no mintió sobre el motivo que le llevó a cesar al coronel Diego Pérez de los Cobos, optó por arrojar basura sacada del baúl de los argumentarios de este siniestro PSOE: la «policía patriótica», mercancía oxidada de impactante nombre que puede gustar a sus seguidores más fieles y pone en el desolladero público a un nuevo actor para entretener y no abordar lo realmente fundamental de la crisis que se está viviendo. Es decir, la enorme crisis que se ha abierto en el seno de la Guardia Civil al ser presionada para que comunicase al ministro del Interior una investigación emprendida por una orden judicial saltándose la división de poderes no es más que el efecto de desmantelar una misteriosa unidad que el gobierno del PP creó para luchar contra el independentismo catalán. Acabásemos. Suponíamos que, como ya anunció el propio Marlaska el pasado 1 de abril de 2019, esa unidad que nadie ha podido demostrar su existencia era «cosa del pasado». Chatarra política. Pero que añade aún más desconcierto en la Guardia Civil, porque no sólo ha quedado claramente demostrado a través de un documento interno que Pérez de los Cobos fue cesado por no informar al ministro de las pesquisas judiciales emprendidas, sino que insiste en la degradación de la Benemérita al implicarla con una «policía patriótica» fantasma que, se supone, actuaría fuera de todo control y mando. Sin duda, es desconocer a una cuerpo altamente disciplinado y con un sentido de la jerarquía muy estricto. En este caso, es aún más alarmante que haya sido el propio presidente del Gobierno quien haya hecho la acusación metiéndose de hoz y coz en este lodazal. Muy acorralado debe estar Sánchez para echar manos de argumentos tan bajos para dañar a una institución de tal lealtad constitucional y rectitud. Curioso, además, que el mismísimo presidente saque a relucir esas «cloacas» del Estado, las mismas a las que Iglesias acusa de estar detrás del oscuro caso del robo de su móvil con fotografías impublicables de una estrecha colaboradora.

Mentir no sirve para nada cuando el error es tan mayúsculo: sólo sirve para ahondar aún más el destrozo que Sánchez esta haciendo en un cuerpo del prestigio de la Guardia Civil. Y mientras, después de persistir en la mentira, pide a Pablo Casado que actúe con visión de Estado, cuando ha sido él quien ha llevado a sus máximas instituciones al barro político. Sin duda, a Sánchez le conviene que la política siga instalada en la bronca de la más baja ralea y que nadie debata sobre lo esencial: la gestión realizada en una crisis de la que ni siquiera se sabe ya el número de muertos.