Política

“La falsa crisis constituyente”

La reforma constitucional es un camino que siempre está abierto y no es el momento de entrar en el debate académico sobre si es un texto rígido o flexible

Juan Carlos Campo es un excelente jurista. No importa su adscripción ideológica al socialismo, porque no es uno de esos «enciclopedistas» cuyos conocimientos del Derecho se circunscriben, como me gusta recordar, a Wikipedia. Ingresó en la carrera judicial por oposición en 1989, es doctor en Derecho, ha ejercido en diversos juzgados de lo Penal, ha sido vocal del Consejo General del Poder Judicial y ha ocupado diversas responsabilidades hasta alcanzar el sueño de ser ministro de Justicia y, por tanto, Notario Mayor del Reino.

Esto último, por sus reminiscencias históricas, me resulta muy grato porque me recuerda las chancillerías, el canciller mayor, los adelantados y merinos… Por eso es sintomático que un fino jurista, con esa sólida formación y trayectoria, haga referencia en el Congreso de los Diputados a la existencia de «un debate constituyente abierto». Este planteamiento disparatado lo hizo respondiendo a una diputada de ERC y sin que viniera a cuento. Al tratarse de alguien que sí tiene un amplio conocimiento del Derecho Constitucional, lo que sucedió es de una gravedad que no tiene paliativos y que sería un acto de sumisión tanto al independentismo catalán como a sus socios de Unidas Podemos.

La reforma constitucional es un camino que siempre está abierto y no es el momento de entrar en el debate académico sobre si es un texto rígido o flexible. La realidad es que se puede emprender sin ningún problema salvo la necesidad de contar con las mayorías suficientes. El problema es cuando una invención pretende ser la excusa para iniciar un proceso de cambio en el modelo de Estado. Es lo que hay de fondo.

Estamos ante una fábula jurídica, porque no podemos asumir que las fracasadas pretensiones independentistas hayan sido una crisis constituyente ya que fue constitucional. La cuestión se resolvió, además, de forma satisfactoria aunque no significara, lógicamente, la desaparición del independentismo. No se entiende que este Gobierno abandone la defensa de la Constitución y su ordenamiento, que un ministro hable de crisis constituyente y podamos interpretar, acertadamente, que se está diseñando un cambio de régimen. No existe otra explicación.

Las condiciones que se están creando con la crisis económica, las políticas destinadas a subsidiar a una parte de la sociedad, las cesiones sistemáticas al independentismo y la campaña contra la Corona permiten vislumbrar un inquietante panorama político donde, además, no hay una alternativa que impida este proceso a causa de la división del centro derecha.