Opinión

Nos roba... Nos mata

Que un demostrado defraudador a la Seguridad Social como el portavoz de Podemos, Pablo Echenique, se descolgase en sede parlamentaria afirmando que «si quitamos a la Comunidad de Madrid», los datos epidemiológicos en España «mejoran bastante» ya no sorprende a nadie. Al fin y al cabo, el erario público nacional ha tenido suerte de que, entre una inmensa mayoría de rosarinos honrados llegados a nuestro país desde la provincia argentina de Santa Fe, tan solo dos han sido condenados por fraude a las cuentas públicas, si bien es cierto que en uno –el que nos ocupa– la altura política está por demostrar y el otro, en los suyo, que es el fútbol, pasa por ser el mejor del mundo. Pero lo de Echenique no es casual, más bien pasa por ser todo un síntoma de la ola antimadrileña que peligrosa y lamentablemente crece en el resto del Estado alentada por un provincianismo paleto no exento de la conveniente gasolina arrojada sobre el fuego desde intereses estrictamente políticos.

Madrid lleva demasiados años, tanto la comunidad autónoma como el ayuntamiento de la capital de España remisos a que una mayoría de izquierdas les acabe metiendo mano, esa es la auténtica verdad. La «joya de la corona» de la política española, para muchos un «agujero negro», donde el poder del Gobierno central, ahora en manos de la izquierda no consigue abrir brecha, es justamente el lugar donde ha habido que «apechugar» durante años con referentes post Tierno Galván y Leguina, como los Álvarez del Manzano, Gallardón, Aguirre y ahora Ayuso o Martínez–Almeida, a quienes los electores madrileños han seguido dando su confianza. Y en estas nos encontramos hoy, con una crisis del Covid-19 que ha puesto en carne viva fobias ya existentes sin que los dirigentes políticos de ámbito nacional parezcan hacer nada por impedirlo.

Es la que más aporta en términos de solidaridad al erario nacional y la que sufre en su capital la condición de «manifestódromo» nacional, pero se recela contra una comunidad objeto de supercherías como el «Madrid nos roba» o como el ser beneficiaria de un supuesto «dumping» fiscal –supongo que esto no molestará en País Vasco y Navarra– por el mero hecho de no aplicar impuestos tan dudosos como el de sucesiones y facilitar la inversión exterior o como albergar a lo más rancio del «facherío» patrio sublimando una injusta y falsa imagen de «pijos» mesetarios. Pero ahora sobre todo se la señala como el gran foco de infección del coronavirus al resto de territorios. Un poco de pedagogía no vendría nada mal, no vaya a ser que levantado el estado de alarma y habilitada la libre circulación, algunos madrileños tengan que pedir perdón por acudir a esa segunda residencia que tienen en propiedad y al corriente del pago de impuestos o por haber reservado un hotel en la Galicia donde Núñez Feijóo hace campaña a costa de proteger al terruño de las hordas capitalinas. Ergo, menos demagogia, que hablamos de la locomotora económica… y solidaria de España.