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Opinión

Homenaje de Sánchez a sí mismo

Aun a costa de ser políticamente muy incorrecto, he de resaltar la inconveniencia del acto de hoy en homenaje a las víctimas del maldito coronavirus. Porque si bien es cierto que los 50.000 compatriotas que se han ido merecen el mayor de nuestros cariños, el más infinito de nuestros recuerdos y el más contundente de los desagravios, no lo es menos que este tributo llega para empezar antes de tiempo. Continúa feneciendo gente, los nuevos contagios se cuentan ya por miles, hay 120 rebrotes activos y las estadísticas se sitúan peligrosamente en los niveles de las jornadas previas al confinamiento. Parece prematuro, pues, forzar la máquina para tributar la memoria de los que se fueron cuando no parece que la situación se haya calmado sino más bien todo lo contrario. O mucho me equivoco o nos quedan muchos días y noches de terror. Al muñidor de todo esto, Pedro Sánchez, le importan un comino las víctimas, entre otras cosas, porque su praxis política pasa por el yo-mí-me-conmigo. El presidente, como su bribón vicepresidente, quiere ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. Lo más desvergonzado de todo es que ahora vaya de bombero quien con su negligencia provocó que las consecuencias letales de este incendio viral sean 175 superiores a las de los una nación con casi idéntica población: Corea del Sur. Sus 285 óbitos contrastan con nuestros 50.000. Otro motivo para poner en tela de juicio el acontecimiento de hoy en el Palacio de Oriente es que el organizador, nuestro todavía presidente, sigue mintiendo compulsivamente sobre la cifra real de decesos. Se mantiene, erre que erre, en que sólo se ha cobrado la vida de 28.000 personas, cuando tanto el Registro Civil, como las funerarias o el INE, coinciden en que se aproximan a los 50.000. Por no hablar de ese 8-M que disparó exponencialmente el número de contagios y, consecuentemente, de fallecidos y de ese inútil que es un Fernando Simón que hizo oídos sordos a las advertencias de la OMS y la UE y relativizó las elocuentes imágenes que llegaban de China e Italia. Quienes aún continúan sin pedir perdón se merecen todo nuestro desprecio, máxime cuando su indisimulado objetivo es convertir la ceremonia de hoy en un lavado de imagen del principal culpable de que este virus haya arrasado sanitaria, económica y socialmente España. El vivo se ríe de los muertos.