Opinión
¿Nos interesa la economía de hace un siglo?
Para entender adecuadamente los problemas económicos actuales, más de una vez sentimos la tentación de remontarnos a lo ocurrido anteriormente, buscando algún paralelo. Y he aquí que, en 1920, España vivió una auténtica conmoción política, social y también económica. De ahí la posible observación derivada de lo sucedido entonces para orientar nuestra conducta actual. No debemos olvidar el modelo económico denominado castizo, que se había puesto en marcha en 1874; era el fundamental entonces en España. Su única relación con la actual política económica, reside en que el planteamiento era también inadecuado para nuestro desarrollo; el paralelo de 2020 es que también en estos momentos se encuentra erróneamente planteado, aunque sea derivado de un modelo nada parecido al castizo.
En aquel momento, la buena situación adquirida por el mantenimiento de la neutralidad de España, dentro del conflicto iniciado en 1914, nos había proporcionado algunas leves ventajas, e incluso pasó a impulsar algunos aspectos de la economía española, pero entonces, sin carbón, sin aceptable producción siderúrgica, incluso sin transportes, ¿qué servidumbres no se hubieran tenido que soportar? Pero he aquí que la I Guerra Mundial había dado paso a que manos españolas impulsasen ciertas producciones. Fueron los momentos en que el capitalismo nacional queda elogiado con entusiasmo entonces por Ortega y Gasset, probablemente a causa de la influencia de Nicolás Maria Urgoiti, aunque no tan claramente por los puntos de vista de quien era entonces muy amigo, Ramiro de Maeztu.
El trauma derivado del conflicto, para un país neutral como España, originó, entre otras cosas, posibilidades de exportación, por un lado, a los beligerantes y, por otro, dificultades de importación de productos y capitales que hasta entonces procedían de los países más avanzados. Un resultado de ello fue que los datos de los activos del Banco de España mostraron que el oro propiedad del Banco emisor que, en 1914, según datos de Ceballos Teresí, tenía un valor de 471 millones de pesetas, había pasado a cifrarse en 1920 en 2.448 millones de pesetas. Pero simultáneamente existía un fuerte saldo negativo presupuestario. En 1914 había sido de 166 millones de pesetas, pero en 1920, concluido el conflicto, había pasado a ser de 938 millones. Y otro dato importante era el de la conflictividad social. En 1914 habían existido 212 huelgas; en 1919 habían sido 896, y en 1920, 1020. Todo esto estaba acompañado de una fuerte alza salarial. Según los datos de Maluquer de Motes, el poder adquisitivo de los salarios reales pasó de 100 en 1913 a 138 en 1920. Fue un momento en el que se procedió, además, al comienzo de la liquidación de la libertad económica y a tener complicaciones derivadas de un fuerte intervencionismo. Por una parte, se plantean con amplitud los llamados precios de tasa. Quizás una de las tasas que causaron peores consecuencias, fue la del trigo, al intentar responder favorablemente al llamado mito del pan barato, por cierto, expuesto aguda y críticamente por Galdós en su novela O´Donnell. También había surgido una tasa respecto al precio del carbón, entonces abastecedor energético fundamental. Y como siempre sucede, de ahí se derivó, por una parte, un colosal incremento del mercado negro, que acabó por provocar, hace un siglo, un duro movimiento alcista de precios; y en junio de 1920, y como consecuencia de ello, se decidió por parte del Ministerio de Gracia y Justicia -que desempeñaba el Conde de Bugallal-, que, en las zonas urbanas entonces existentes, se incrementase la intervención en los alquileres, más surgiesen incrementos de intervención referidos a los alquileres. Anotemos esta curiosa convergencia de un político conservador, con pretensiones expuestas recientemente por miembros del actual Gobierno Sánchez-Iglesias. La tensión pasó a ser mayúscula, porque buena parte de los productores de artículos con precios tasados señalaban que tenían que abandonar la actividad productiva, como consecuencia de los incrementos de los costes de producción, y para salir adelante decidieron impulsar en España una actividad, que pasó a ser muy general: la de crear entidades cartelizadas, de dominio del mercado, en diversos, y muy amplios sectores productivos. Todo esto se encuentra muy bien documentado en una obra de los profesores Roldán y García Delgado, titulada «La formación de la sociedad capitalista en España», (1914- 1920). Estos economistas nos mostraron en esta obra lo que acabó siendo «una vuelta al mercantilismo».
Otro gran economista, Olariaga, gran amigo de Ortega y Gasset y de Ramiro de Maeztu, sintetizó el panorama porque además promovía que cada grupo político plantease soluciones diversas y francamente opuestas a lo que defendían otros, y esto se acompañaba de subdivisones dentro de toda la organización política de aquel momento. Fue cuando Víctor Pradera señalaba las consecuencias del pacto parlamentario buscado por todos estos grupos, que se agravaba, por el peso de las concesiones a vascos y catalanes. Con esa base política no era posible que germinase una acción económica seria y eficaz. Y todo eso, ¿no nos debe hacer reaccionar en el 2020? Porque parece, en más de una ocasión, que nos acercamos peligrosamente a lo que sucedía en España hace exactamente un siglo.
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