
Tribuna
La defensa de Europa
Se trata ahora de seguir cediendo soberanía para lograr una defensa común de todo lo conseguido

Recientemente, la Comisión de la Unión Europea (UE) ha presentado un Plan para rearmar Europa frente a la amenaza que representa la Rusia del Sr. Putin. El horizonte que se fija para el alistamiento es el 2030. Esta iniciativa se considera importante y oportuna pero, desgraciadamente, tiene carencias y omisiones que trataremos de explorar pues rearmarse ante la tormenta que se avecina va a requerir algo más que lo propuesto en este Plan.
El documento de la UE se centra únicamente en la potenciación de la Industria de Defensa europea a través de los diversos mecanismos de financiación disponibles a la Comisión. Destacan unos créditos cuyo techo podría llegar a 800.000 millones de euros de los que ya se ha iniciado una primera fase de 150.000 –respaldados colectivamente por toda la UE– para reorientar nuestra Industria de Defensa en la dirección adecuada para disuadir a Putin de iniciar un conflicto de alta intensidad. Este procedimiento de endeudamiento colectivo –venciendo las reticencias de Alemania– ya se utilizó tras la Covid-19 para financiar la recuperación de la economía europea. Es, pues, la segunda vez que Europa abre la bolsa ante un trance que hace peligrar nuestro futuro común. Otro mecanismo de financiación disponible, el levantamiento de los límites fiscales de endeudamiento nacional está también disponible aunque el gobierno del Sr. Sánchez ha elegido no solicitarlo. Todos estos mecanismos de financiación –y alguno más que no describiré– ayudan, pero no sustituyen, al esfuerzo económico que tienen que efectuar las naciones europeas, especialmente el de España que ha estado históricamente a la cola de la inversión en Defensa. Siendo todo lo descrito positivo para que las industrias de defensa europeas actúen asociadas y cubran las carencias colectivas, hay dos problemas graves que tenemos que señalar: ante la pasada sequía de inversiones militares nacionales, las ventas al exterior se han convertido en vitales para la supervivencia del sector; la inyección de fondos comunes no creo que pueda llegar a sustituir los ingresos procedentes de terceros países donde somos acérrimos rivales. El segundo obstáculo para la racionalización del sector europeo de Defensa –y al que dedicaremos una atención especial– es la falta de una Estrategia común europea y de los órganos político–militares capaces de formularla y controlar su ejecución análogamente a la OTAN. Esta falta de Estrategia y mando común europeo trae consigo que la potenciación industrial no baste per se para asegurar que lo que se está adquiriendo sea lo adecuado para el conflicto que se trata de prevenir y además, cubra las carencias principales.
El Plan publicado por la UE intenta sustituir la falta de estrategia común identificando siete áreas de inversión que empiezan por la defensa contra aviones, drones y misiles y finalizan con la IA y guerras electrónica y ciber. Reflejan estas áreas más bien las necesidades de los ucranianos en la guerra que les enfrenta a los rusos, que las europeas, si Putin decide invadirnos tras eventualmente acabar con Ucrania. Esta valiente nación básicamente se defiende ante un enemigo superior que la ha invadido injustificadamente. Si en un futuro próximo es Europa la atacada, no bastaría con defenderse sino que sería necesario castigar y debilitar el régimen ruso lo suficiente para prevenir futuras agresiones. Por lo tanto nuestra estrategia común deberá ser más ambiciosa aunque sin nunca buscar administrar la eventual derrotada y siempre complicada Rusia. Con todo esto solo pretendo señalar que la estrategia de una UE enfrentada básicamente sola –dada la incertidumbre de los EEUU tras el Sr. Trump– a Rusia no podrá ser la misma que la que sigue la martirizada Ucrania para evitar su aniquilación. Extrapolar la situación ucraniana a un conflicto generalizado en Europa con los EEUU absteniéndose –salvo las incertidumbres de la disuasión nuclear– sería un error estratégico que no debería cometer la UE. Además en el transcurso de un conflicto tan grave como el que tratamos de prevenir habría que tomar decisiones más allá de los planes iniciales. Un mando político común –legitimado democráticamente por mayoría– e instituciones como el Consejo Atlántico y la Estructura integrada de mando militar de la OTAN –en la que he tenido el honor de servir seis años como Almirante– serían necesarias para que todo el planeamiento de fuerzas y conducción operativa fuera el adecuado para disuadir a Putin y sus sucesores, y en caso de que fallara esta, prevalecer finalmente. Esto puede parecer un panorama sombrío, pero los que hemos desarrollado nuestra carrera durante la Guerra Fría sabemos que se puede triunfar sin llegar a disparar. Pero para ello, la concienciación de nuestros ciudadanos y un mando común europeo serán imprescindibles.
La UE ha recorrido un largo camino desde aquella Comunidad del carbón y el acero que trataba únicamente de evitar que Francia y Alemania se volvieran a enfrentar por tercera vez en medio siglo. Las naciones europeas han tenido que realizar costosas cesiones de soberanía en los campos jurídicos y financieros para crear mercado, moneda y valores comunes. Se trata ahora de seguir cediendo soberanía para lograr una defensa común de todo lo conseguido ante una situación causada por la fatiga imperial y divisiones internas norteamericanas coincidentes –no casualmente– con el revanchismo y la inseguridad históricos de la Rusia de Putin. La defensa de Europa comienza por la ayuda a Ucrania. Pero ambas epopeyas deberán ser diferentes, Sra. von der Leyen.
Ángel Tafallaes Académico correspondiente de la Real de Ciencias Morales y Políticas y Almirante (r).
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