Opinión
Sacristán
A José Sacristán lo pasean en redes los mismos que antes, en 2016, lo aplaudían porque puso voz a un vídeo de Podemos. Entrevistado en La Sexta el actor ha criticado el oportunismo cesarista de un Pablo Iglesias. Preguntado por el rey emérito comenta que siente una «ira profunda por este final tan estúpido y pena por lo que está pasando». «No creo», añade, «que la figura del rey Felipe esté amenazada y no veo próxima la república en absoluto. No es porque yo lo deseara o no, pero no lo veo próximo dada la relación de fuerzas y en la circunstancia actual en la que estamos. No creo que esa sea la urgencia». Sacristán, palabras mayores del cine español, en la tradición de genios como Fernando Fernán Gómez, viene de una izquierda digamos clásica. Una izquierda tristemente en retroceso, que peleaba para que los hombres pudieran desarrollarse de acuerdo a sus intereses, capacidades y esfuerzos. Una izquierda comprometida con un cierto reparto de la riqueza, para que las desigualdades no liquiden el contrato social. Una izquierda racionalista y humanista. Que aborrecía los abolengos y defendía una sociedad de ciudadanos libres e iguales. Inmersos en un marco de convivencia donde imperase el respeto por los derechos humanos, el imperio de la ley y el resto de anclajes y garantías demoliberales. En definitiva, el tipo de izquierda que con desigual fortuna pero innegable generosidad participó activamente en los Pactos de la Moncloa y posteriormente pidió el Sí a una Constitución en cuya forja había participado activamente. Una izquierda que ya en 1956 apuesta por la «reconciliación nacional y explica que «existe en todas las capas sociales de nuestro país el deseo de terminar con la artificiosa división de los españoles en ‘‘rojos’’ y ‘‘nacionales’’, para sentirse ciudadanos de España, respetados en sus derechos, garantizados en su vida y libertad, aportando al acervo nacional su esfuerzo y sus conocimientos». Una izquierda que fue barrida por un Podemos que primero cabalgó la frustración de millones a lomo de la mensajería peronista y luego ha barnizado su charlatanería con todos los furúnculos retóricos del posmodernismo. Que José Sacristán despierte las iras tuiteras, que algunos lo tachen de facha, demuestra hasta qué punto hemos olvidado el recto significado de las palabras. Atacan e injurian a quien no ha hecho otra cosa en su vida que defender las libertades.
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