Opinión
Algo más que sol
Llegamos a septiembre con la economía más maltrecha y vapuleada que un Quijote. En este estío, los únicos que se han embarcado para llegar a nuestras costas son los inmigrantes subsaharianos y no lo han hecho en un ferry de Balearia, sino en patera, porque lo suyo va de otro palo. Aquí nos inventamos la España del sol, allá, por tiempos de Fraga y el dictador, y todavía andamos barajando los mismos naipes, como esos perdedores de las timbas que remueven las cartas con la esperanza de entrever una mano con la que remontar ganancias.
Esto de convertirnos en un país de servicios jamás fue una buena faena, se observe por el costado o la arista que se le antoje a cualquiera. El turismo fue la ubre de oro que el franquismo exprimió para vender sol a los suecos y sacar pecho con el Seat 600, en plan, esto también es Europa. En su día seguro que lo de «Spain is different» y demás ocurrencias dio un pulso de rentabilidad a los ladrilleros de la costa y los empresarios del alojamiento. Seguro que hasta algún político salvaría una reelección, pero eso de apostar para que los hijos de las familias se profesionalicen en camareros, porque tiene salida inmediata, antes de que estudien para ingenieros aeronáuticos o médicos es un mala jugada, por mucha pasta que dé en agosto. Además de una inversión que nos deja al arbitrio de cualquier suerte y nos asegura seguir siendo pobres, o sea, con poco peso en el concierto internacional.
Quizá a la luz del desastre hotelero, y otros tantos, de este estío (se han perdido cien mil millones), a lo mejor convendría espabilar y diversificarnos en vez de continuar apostando por Benidorm. Al menos, antes de que el cambio climático suba el mercurio de los termómetros a 50 grados y hasta las chicharras pidan asilo en la embajada francesa por catástrofe natural. Aunque haya quien no lo vea, corremos el peligro de ser como esas viejas actrices de Hollywood que todavía se creen atractivas cuando los jóvenes ya se están fijando en otras.
En este país desmedulado de política, pero abundante en politiquerías, habría que echar un envite a la modernidad. No estaría mal lanzarnos a eso de la industria tecnológica, que hoy en día es hacia donde todos corren, menos nosotros, claro, que todavía nos conformamos con tener una bandera azul. Aquí hay mucho bocachanclas hablando de lo grandes científicos que son los españoles (en otras naciones también existen, igual de buenos o mejores, aunque esos no se lo crean), pero estos mismo fulanos son los que no invierten en universidades, que no tenemos ni una entre las cien primeras del mundo, ni tampoco enchufamos plata al I+D, lo que en estos tiempos no nos habría venido mal, ya ven. Aquí todavía vamos al tiro fácil, a lo que solucione el día, como los feriantes de las verbenas, a cubrir gastos, o sea, el ibérico, el vino tinto, el aceite de oliva, todos esos premium de los que tanto gusta platicar, pero luego sucede lo de siempre, que nos ganan la manga los italianos y los franceses, porque aquí de lo único que estamos pendientes es del parte meteorológico.
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