Opinión

“La «guerra civil» del independentismo”

Uno de los tópicos que se utilizaban para definir a los catalanes era el seny, que podría traducirse como sentido común, pero se olvida su antónimo que es la rauxa o arrebato y sentimiento desbordado

Puigdemont no es ni un tonto ni un loco, pero además tiene mucho tiempo para dedicarse a la conspiración. No hay nada peor en una organización, no importa que sea política o empresarial, que alguien esté ocioso, porque se podrá dedicar al enredo. Hasta el momento no le ha ido nada mal al fugado de la Justicia. Desde hace un tiempo goza de la condición de eurodiputado, que es un auténtico sin sentido jurídico y político, pero ha desatado, además, una «guerra civil» en el antiguo espacio convergente donde hay pocas dudas de que conseguirá una victoria aplastante sobre los menguantes efectivos que le restan al PDdeCat.

Uno de los tópicos que se utilizaban para definir a los catalanes era el seny, que podría traducirse como sentido común, pero se olvida su antónimo que es la rauxa o arrebato y sentimiento desbordado. El independentismo se ha instalado en este segundo concepto y nuestro pintoresco «presidente fugado» lo ha utilizado con gran habilidad para erigirse en el líder moral de una delirante república en el exilio. El victimismo, que con indudable acierto utilizó Pujol para sus intereses políticos, es ahora la palanca de Puigdemont y sus seguidores para aparecer como las víctimas de España. Estamos ante un despropósito que paraliza las instituciones catalanas y con Torra convertido en la marioneta que maneja con gran habilidad su líder. Nada más cómodo que un político sin atributos y talento instalado en una mediocridad exasperante para seguir mandando a distancia.

Una de las principales características del independentismo, como le sucede al comunismo o al fundamentalismo islámico, es su incapacidad de presentar un frente común porque tiene la semilla de la descomposición en su seno. Puigdemont y Junqueras se profesan un odio cainita, pero este es aún mayor, si cabe, entre los antiguos convergentes. La última maniobra es ciertamente muy hábil, porque les plantea un único camino que es la rendición incondicional de estos últimos o condenarlos a la marginalidad política.

No hay duda de que la marca con tirón electoral es Puigdemont y los que no se sometan serán aplastados. Una vez completada esta etapa, en la que no creo que consiga ningún efecto la irrupción de viejo dinosaurio de Artur Mas, comenzará la gran batalla contra Junqueras y ERC. El objetivo es obtener más diputados, colocar otra marioneta en la presidencia de la Generalitat y seguir con la tensión y el enfrentamiento con España, aunque sabe que está condenada al fracaso.