Opinión
Castells no tiene plan B
Más que un ministro al uso, Castells es de usar y tirar. Se presenta como el intelectual progresista amante de las causas perdidas, él mismo es una de ellas, y de las camisetas imposibles, que merecerían una tesis doctoral en alguna de las universidades en las que en teoría manda. Pero al final resulta como esos ositos de peluche que te piden a gritos un abrazo aunque luego te quites los pelos de la boca con un gesto de cierta inconveniencia. La culpa de que el ministro esté desaparecido no la tiene él sino los gurús de Moncloa, que, según dice, no le dejan lucirse. Si fuera por el titular de la cartera de Universidades estaría convocando a la Prensa cada día, una «happy pandy» tirada en el césped de un campus, a ser posible con una botella de cerveza, que es asignatura obligada. Castells se aparece así como la estrella invitada en una serie o de un programa de variedades. La Rafaella Carrá del consejo de ministros, explota, explota, esa figura que es entrar por la puerta y estallar el ambiente de aplausos enlatados. Nos parecía un caradura escondido en la guarida pero se confiesa una víctima del sistema que venía a combatir. Detrás de la pataleta del señor Castells, empero, continúan los interrogantes sin despejar. No sabemos qué será de nuestros estudiantes, por qué la educación se ha quedado como una maría por no decir una campurriana que se moja en el café. La universidad es una fábrica a distancia de «fake news» y las mascarillas solo han venido a esconder que su boca está desdentada y acre como la malvada de Blancanieves si es que todavía podemos llamar así a la protagonista del cuento. Asegura que no hay plan B ante los rebrotes. ¿Qué tal uno para la generación Z?
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