Opinión
Franco, aprendiz de brujo
Lo que parecía una serpiente de verano, la moción de censura contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, sigue copando titulares con el curso político ya empezado. Lamentable.
El líder de los socialistas madrileños, José Manuel Franco, utiliza su despacho de la Delegación del Gobierno para ejercer de aprendiz de brujo y tejer una tela de araña que ponga en el disparadero al principal motor económico de España. Y lo hace en un momento tan crítico como jamás nos hubiésemos podido imaginar. Cuando la pandemia nos asalta y sus consecuencias sociales y económicas llevan a la desazón y a la ruina a una abrumadora multitud de familias, la irresponsabilidad de personajes así es incompatible con el desempeño público
La moción, en cualquier caso, estaría llamada al fracaso. No hay más que ver la reacción de Cs tras la oferta a la desesperada del ínclito Franco a Ignacio Aguado: que el vicepresidente se convierta en presidente si se presta a la pirueta de traicionar a Ayuso.
La rocambolesca operación que Franco intenta vender en el reservado de algunos restaurantes y en la que enreda a la izquierda sindical y mediática es, en realidad, una gigantesca maniobra de distracción. Solamente eso. Otra cortina de humo para tapar los dos grandes problemas que arrasan al socialismo en Madrid: la absoluta falta de liderazgo y de visibilidad de sus dos máximos referentes, Ángel Gabilondo y Pepu Hernández (uno en la Asamblea, otro en el Ayuntamiento), y los problemas judiciales que acorralan a algunos «ilustres» del PSOE-M.
Hace tiempo que Franco y el propio Pedro Sánchez le están haciendo luz de gas a Gabilondo. La última jugada ha sido ubicarle en las quinielas como Defensor del Pueblo. El exministro, político cabal, ha sido de los pocos dirigentes de la izquierda que no se ha sumado al linchamiento diario contra Ayuso. En cuanto al ex seleccionador nacional de baloncesto –un capricho extravagante del propio presidente del Gobierno–, ha sido literalmente arrollado por el éxito del alcalde, José Luis Martínez-Almeida, en la gestión de la crisis.
Franco busca dar la vuelta a la situación con una imprudente aventura justo cuando los tribunales han puesto a su partido en el punto de mira. La Audiencia Nacional debe resolver si imputa al ex dirigente socialista madrileño Rafael Simancas, actual secretario del Grupo Parlamentario del PSOE en el Congreso, por la Operación Púnica. Además, este miércoles la UCO ha reclamado los contratos de otro ex peso pesado madrileño, el exalcalde de Móstoles y exportavoz en la capital David Lucas.
Dado que Franco no es un recién llegado a la política, sus tejemanejes, tan insensatos como temerarios, no deberían salirle gratis. Primero, porque amenazan con desestabilizar al gobierno de la CAM en momentos cruciales, con la segunda oleada del virus azotando sin piedad y la gestión de los fondos europeos para la reconstrucción en pleno desarrollo. Unas inversiones que esperan como último salvavidas miles de empresarios, comerciantes y hosteleros que agonizan tras el cierre al turismo y el estado de alarma.
Y en segundo término, porque Franco (y por tanto Sánchez, cooperador necesario de la maniobra) conoce bien el estatuto autonómico y sabe que en el momento de intentar formalizar la moción de censura, Ayuso se anticiparía y tiene la potestad de disolver la Asamblea y convocar nuevas elecciones. Y con el viento a favor en todas las encuestas. Ciudadanos es consciente de lo que supondría para el mismo Aguado un nuevo examen en las urnas si aceptase el cambalache… Pero el PSOE, erre que erre, está dispuesto a ejercer la máxima: «O yo, o el caos».
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