Opinión
Memoria histérica
La memoria cambia de bando. Largo Caballero e Indalecio Prieto, mártires socialistas para Carmen Calvo, son proscritos de la calles de Madrid. Una vez que se empieza a sacar muertos, no se desemboca nunca, porque el número es casi infinito. Hay más difuntos que vivos. La primitiva ley de memoria histórica buscaba solo escupir a Franco y cercenar, en una batalla dialéctica, espadachines de lengua, las estatuas y los caballos de aquellos que osaron luchar en el bando ahora equivocado de la Guerra Civil. La izquierda creó un monstruo que se vuelve contra ella por primera vez en el laberinto del fauno. Al garrotín, al garrotán. El ayuntamiento de Madrid ha desenmascarado su pedigrí «democrático». No Amenábar. Es igual de absurdo -¡ridículo extremo!- eliminar una calle que otra, pero al menos supone una justicia poética, o justica a secas, qué leche, que los hermanos García Noblejas no fueron peor que Largo Caballero o los que pitufeaban con difuntos por las checas. Léase Alberti, sobre los ángeles. Poeta sublime. Peor persona. Bueno, que todos eran malos y buenos, y otros unos hijos de puta que marcaron la historia de España. Pemán, ni eso. Solo que gustaba del ripio vacilón. Y le quitaron una estatua. Ni Carranza, que será por siempre un estadio de fútbol por más que se empeñe el alcalde Kichi en envolverlo en mierda. Todos tenemos un pasado, no iba a ser menos el PSOE, con el que se podía hacer unas «Hormigas blancas» de varios capítulos, tipo «Patria», que es para mucho y al final no es para tanto. Si andamos buscando asesinos, delatores, aprendices de dictadores y quintacolumnistas del odio están por todas partes. Obvio. Pues no. La izquierda, y los nacionalistas, dictaminan que los asesinos de sus filas son héroes y, los del bando de enfrente, sicarios malnacidos que no merecían ser españoles. ¿Debería meditar ahora la vicepresidenta si ilegalizar, al igual que la Fundación Franco, la de Largo Caballero? ¿O al menos desligarlo del PSOE? Han engordado tanto el buche del pavo que ha acabado por reventar. Nos salpica a todos con las vísceras de sus miserias, la de las preclaras mentes zurdas que dictan cómo ha de ser la historia, la cama y el yes very well.
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