Opinión
La cara del Papa
Las hojas tienen haz y envés; las monedas, cara y cruz, sin embargo el Papa puso cara de cruz sin alternativa en su audiencia del sábado a Pedro Sánchez. Las redes han difundido el contraste entre la visita de los Reyes al Vaticano, con el Santo Padre sonriendo de oreja a oreja, y la del presidente y su mujer, con Francisco de alivio de luto. Dos fotos como la noche y el día: un mismo cuadro polícromo detrás, señora a la izquierda, dirigente a la derecha, pero, en la segunda, ambiente de funeral. Una réplica del «busca las diferencias» de los pasatiempos.
¡Cómo ha toreado Su Santidad a nuestro tahúr, qué gloria vaticana! Una vez me explicó un monseñor que en Roma impera la parsimonia bíblica, que en legajos ancestrales se consigna desde hace dos mil años, con calma monástica y precisión bizantina, lo que pasa en el orbe y cómo reaccionar. Los obispos españoles habían mandado un dosier completo de los ataques de Pedro (leyes de eutanasia, aborto de menores, limitaciones a la libertad de enseñanza). La Nunciatura supongo que hizo lo suyo al explicar que el mandatario tiene por costumbre sustituir al Rey en los besamanos o dar ruedas de prensa con su versión de los encuentros. De nada sirvió la untuosa carta presidencial, ofreciendo colaboración del Gobierno y peloteando el corte social del pontificado. Francisco le dio a nuestro presidente un discurso público que fue grabado –lo que nunca hace– y le leyó la cartilla: que la política es servicio y no maniobra –toma ya–; que la ideología y el populismo enfrentan a las naciones –segundo gol– y que no se puentea a los obispos (eso venía en el comunicado oficial, por escrito y puesto más fino). Y luego, la cara que le puso, que no se explica sólo con el paso de los años o la pérdida de peso del Pontífice. El rostro era el espejo del alma. Pedro volvió corrido y deprisita a España y ni El País sacó la foto del encuentro en portada. Luego convocó a los ministros y decretó estado de alarma, pero el árnica ya lo llevaba puesto.
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