Opinión

Los enemigos de la monarquía

Uno de los objetivos fundamentales que se ha marcado el comunismo desde el siglo XX ha sido derribar los regímenes monárquicos

Sergio Vila-Sanjuán, uno de los mejores periodistas catalanes y un excelente escritor, ha publicado un interesante libro titulado «Por qué soy monárquico». Es muy positivo que se publiquen ensayos sobre esta materia, porque lo habitual es encontrar alegatos en contra con los tópicos cansinos de una izquierda antisistema que parece que no ha salido de la lucha de clases del XIX. En una entrevista con Juan Soto Ivars le decía que «un argumento para apoyar la monarquía es ver quiénes son sus enemigos». Lo suscribo totalmente. Hay otros, pero éste me parece magnífico. Los enemigos de la Corona son los mismos que quieren acabar con España. Es una interesante y esclarecedora coincidencia que hace aún más necesario un apoyo decidido al margen de los partidos y sus legítimos intereses. Es verdad que Iglesias y sus amigos no tienen mucho éxito en su ofensiva y solo han conseguido que este Mensaje de Navidad haya sido el más visto de la historia. Al final resultará que los enemigos de la Corona son sus mejores aliados. Hay que ver el nivel de torpeza de estos revolucionarios de salón.

Uno de los objetivos fundamentales que se ha marcado el comunismo desde el siglo XX ha sido derribar los regímenes monárquicos. Con el paraguas de la igualdad han provocado su desaparición para instaurar regímenes totalitarios brutales. No es difícil contestar la pregunta de si era mejor la Rusia de los zares, que evolucionaba hacia una democracia liberal, o la Unión Soviética que oprimió durante décadas a su pueblo y provocó guerras brutales. El carácter dinástico de la institución ha favorecido que las crisis o los conflictos bélicos condujeran a su desaparición. Al tratarse de una familia real es evidente que resulta fácil lanzar ataques populistas, manipular a la opinión pública o exacerbar cualquier escándalo. No hay más que ver el tratamiento que hace Podemos de aquellos que le afectan y cuál es su reacción frente a los que corresponden a otros partidos. Le ayuda el apoyo de intelectuales, juristas, columnistas y periodista afines. Esto le permite campar a sus aires con un desparpajo que produce bochorno.

La socialdemocracia no cuestiona la Monarquía en los países donde es la forma de Estado y hay que reconocer que España no es una excepción. Hay muchas cosas sobre las que podemos criticar a Sánchez y al PSOE, pero no en esta. Es verdad que son republicanos, pero están apoyando a la Corona. A veces se han sacado de contexto errores de protocolo, ya se sabe que los españoles somos expertos en todo y el acceso a la Wikipedia permite sentar cátedra. Las relaciones con cada presidente han sido distintas desde 1975, por lo que se han creado unos usos y costumbres que en su día fueron útiles y ahora sería necesario regular como sucede en otros países.

Los españoles votaron la Constitución y apoyaron claramente, por tanto, que «La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria». No se trata de un texto escondido en algún artículo, sino el 1.3 del Título Preliminar. No contentos con ello, los constituyentes le dedicaron el Título II que está formado por los artículos 56 a 65. Los millones de españoles que acudieron a las urnas sabían perfectamente que seguiríamos siendo una monarquía y el argumento del ruido de sables o los poderes ocultos es, simplemente, un insulto a la inteligencia. España vivió experiencias terribles con las dos repúblicas, que fueron la expresión de un enorme fracaso colectivo. Las dos expresaron el sectarismo fanático de una izquierda que quiso imponer sus ideas marginando a una parte muy importante de la sociedad. Es la terrible y desoladora idea de las dos Españas que caracterizó nuestra historia contemporánea hasta la aprobación de la Constitución de 1978.

Otro argumento, hijo de la ignorancia y el interés revolucionario, es que desde entonces no se ha vuelto a someter a referendo. No sé muy bien si quieren que se celebren consultas cada cinco o diez años para satisfacer el inmenso ego de estos populistas. En otras ocasiones he expresado mi escepticismo, incluso, sobre su reforma y los inconsistentes temas que se plantean para justificarla. Es cierto que un proceso de estas características complacería el ego de los futuros «padres» del nuevo texto y a los profesores de Derecho Constitucional y otras áreas, pero con la excepción, precisamente, de la injustificable y vergonzosa prelación del hombre sobre la mujer en la sucesión, el resto de temas se pueden resolver con nuevas leyes, reformas de las vigentes y, sobre todo, la voluntad política, como sucede con el Senado.

Una cuestión que sí se tendría que resolver es la elaboración de un corpus jurídico que clarifique, mejore e incluso amplíe la previsión constitucional sobre la Corona. Con respecto a la ampliación, me refiero a la necesidad de dotar de un papel más sólido a la heredera y a su hermana en funciones públicas donde podrían resultar muy útiles al servicio de España. Otra asignatura pendiente es la clarificación y ampliación de los recursos que debe tener la institución y que muchas veces se camuflan absurdamente en partidas presupuestarias de los diferentes ministerios. Es una de esas anomalías excéntricas impropias de un país de nuestra importancia. Felipe VI ha demostrado con creces que es un gran jefe del Estado y es una baza muy importante en nuestra política exterior, dentro de lo que establezca cada gobierno. Finalmente, lo más importante para preservar su continuidad y el ejercicio normal de sus funciones es que todos la dejemos al margen de la lucha partidista, aunque los comunistas y los independentistas no lo harán, porque quieren que sea la representación de una parte del arco parlamentario, cuando lo es de todos los españoles sean monárquicos o republicanos.