Opinión

Instinto asesino

Quizá un buen ejemplo podría ser Pedro Sánchez. Posee ese instinto, una insólita capacidad de resistencia y, desde luego, es poco mirado a la hora de apretar o soltar lastre

Margaret Thatcher, interpretada en la serie “The Crown” por una Gillian Anderson tan inmensa que hace inevitable empatizar con el áspero personaje de la Dama de Hierro, desprecia en el último capítulo de la serie al “traidor” Sir Geoffrey Howe su blandura, su falta de “instinto asesino”. Julio y Alicia, que están viendo el episodio final después de haber tomado las uvas entre la mascarilla de la Pedroche y el estirado y elegante recordatorio a su hijo de la Obregón, se miran a la vez ante la pertinencia del comentario referido a la clase política. Suponen, también ellos , que el colmillo fino y el metal de hoja afilada son herramientas de uso común en ese ecosistema de la representación democrática que requiere, pese a ese origen, de una severa dosis de entereza emocional, capacidad de resistencia y una disposición a la agresión y el acoso y derribo a menudo nada sutiles. Se supone que elegimos a los más preparados y consistentes, pero a veces los menos dotados sobreviven sin atisbo alguno de esas cualidades, simplemente con el apoyo del aparato partidario y unas buenas dosis de instinto asesino.

Quizá un buen ejemplo podría ser Pedro Sánchez. Posee ese instinto, una insólita capacidad de resistencia y, desde luego, es poco mirado a la hora de apretar o soltar lastre cuando llega el momento. Frente al escepticismo de Julio, Alicia piensa que Sánchez sí es consistente y seguramente esté más preparado de lo que muchos piensan o incluso él mismo deja ver. A él, sin embargo, le parece que su valor principal es precisamente el instinto asesino, salpimentado con una considerable dosis de inteligencia para sobrevivir.

En el lado contrario estaría Salvador Illa. No es que no tenga instinto asesino, es que parece no tener instinto. Es educado e inalterable, que son rasgos de elegancia. Pero esa elegante frialdad, que no alteran ni los reveses públicos en el Parlamento, facilita la falta de empatía e invita a no fiarse demasiado. No hay una respuesta clara a la sencilla pregunta de si ha sido buen o mal ministro. Alicia piensa que ha hecho lo que ha podido. Julio que no ha podido hacer nada porque no ha sido capaz de liderar. Le falta instinto. Durante la primera etapa de la Covid lo hizo Sánchez, después dejaron la gestión de la dificultad a las Autonomías -como manda la ley y como ellas quisieron, sí, pero con una coordinación tan silente y escondida que no se veía- y ahora, con la vacuna en marcha, vuelve a ser Sánchez el que salta a la primera línea. Para Alicia su discreción ha sido un valor positivo, pero también hubiera deseado que el ministro responsable de la mayor crisis vivida en España en las últimas décadas mostrara algo más de determinación…Quizá liderazgo. Pero a lo que se ve no iba con él.

Entre ambos debiera de haber un punto intermedio.

Ahora Sánchez lo manda a Cataluña. La crisis sanitaria está aun por resolver, pero a lo que parece es urgente para el líder socialista que encabece la oferta catalana a las elecciones autonómicas por San Valentín. Total, lo que queda son las vacunas y lo de la tercera ola que se vislumbra para estas semanas de enero lo seguirán gestionando las Comunidades.

Alicia y Julio lo comentan sin entrar en discusión, hoy no toca. No están dispuestos a empezar este año de la esperanza después del horrible 2020 echándose sobre los restos de la cena o en la manta que comparten en el sofá frente a la tele, las diferencias políticas que este año de enfermedad, devastación económica y fragmentación social, de linchamientos en las redes y separaciones forzosas, hayan podido tener. En el fondo, es mucho más lo que tienen en común que las ideas que disputan. Un objetivo conjunto siempre teje alianzas eficaces. Quizá, piensa Julio, si se limaran los dientes y se rebajara el instinto asesino podría en la política encontrarse algún camino de encuentro. Aunque no fuera recto.

Suena en ese momento el teléfono. Lo coge Alicia. Al otro lado, Noelia les desea feliz año y les agradece enormemente lo que ahora están haciendo por ella y su familia. No hay nada que agradecer, afirma Alicia, lo hacemos encantados. Y os lo debemos. Ella y su marido son jubilados. Tienen a sus hijos a cientos de kilómetros y en los peores momentos de la primera ola, cuando el confinamiento, Noelia les llevaba la compra, para que no arriesgaran ni siquiera eso. Hoy Noelia está en cuarentena con Covid. Son ellos, Alicia y Julio, quienes les llevan lo que necesitan. ¿Justicia del destino?. Ellos prefieren pensar en Solidaridad. No es un hoy por mí mañana por ti, simplemente se trata de que estamos juntos en esto.

El instinto asesino se lo dejan al Poder.