Opinión

Resacón en España

Se acabó el paréntesis de los buenos propósitos y los abrazos sin escarchar. La palabra esperanza, que fue regalo anticipado de los Reyes Magos, se desvanece en la rutina que se acerca entre la decepción de los sueños irredentos, los regalos repetidos y las felicitaciones de vergüenza ajena que pensábamos que el remitente jamás sería capaz de enviar. Pero sí. La cursilería también es contagiosa. Tanto desear tener buenas noticias que a veces nos las inventamos. No basta con que el presidente disimule sus ojeras, dice una cosa y su rostro muestra otra en un don ventrílocuo difícil de explicar, como los comentarios antiderecha de los «Cachitos de hierro y cromo» a la vez que nos despista la paranoia «kitsch» de El Príncipe Gitano. Tampoco que el dolor escondido de Ana Obregón despida el año para insuflar ánimo a una nación desvencijada. España emprende la ruta de la resaca. El barco ebrio está a punto de atracar.
Los casos se multiplican, esa es la tarjeta de felicitación de Salvador Illa y no el vídeo en el que se presentaba como candidato épico a la Generalitat, mientras descubrimos que de Gibraltar no sale únicamente tabaco de contrabando sino la cepa británica que no está incluida en el no acuerdo del Brexit. Muy sagaz la ministra de Exteriores. Tanto negociar para que el peñón se cierre en sí mismo en un agónico confinamiento de cuyas consecuencias el Ejecutivo se desentiende. ¿Hay alguien ahí?
Al cabo, hemos vivido en una «rave», del estilo de la que los Mossos tardaron dos días en desalojar como si fuera en lugar de una juerga una manifestación independentista. Con la diferencia de que el fiestón estaba oficialmente prohibido. La resaca corre de nuestra cuenta y de los fabricantes del paracetamol. Inevitable bajona al comprobar que todo sigue igual y que lo que cambió en realidad se transformó para seguir lo mismo. Las certezas tienen menos gracia que el Especial Nochevieja de José Mota. Aquí hacía falta el tío de la vara pero nos despertamos de nuevo con las viejas del visillo en la ruin carrera de putearse.