Política

Políticos pirómanos

Aestas alturas, todos conocemos la obra del rapero Hasel, habrás leído unas cuantas barbaridades de su autoría, conocerás sus antecedentes penales y estarás al tanto de la última condena que pesa sobre él. Sus letras rezuman odio y resentimiento, lo mismo que su comportamiento. Viva la libertad de expresión siempre y cuando, con esa libertad tuya, no amenaces de muerte o agredas al de enfrente. Precisamente por haber cruzado demasiadas líneas rojas en demasiadas ocasiones, el susodicho está entre rejas. Se esconde Hasel en el paraguas de la libertad de expresión para delinquir y, lamentablemente, ese discurso suyo es aceptado por muchos jóvenes que, como él, están enfadados con el mundo, al límite, desnortados, queriendo protestar por lo que sea. Solo así se explica esta crispación callejera, en plena pandemia, avivada por los radicales de siempre, esos que ven al enemigo encarnado en las fuerzas del orden y que gozan destrozando el mobiliario urbano. Lo que no tiene ningún pase es que determinados políticos, ya entrados en años y con importantes responsabilidades, no solo no condenen esta violencia, sino que la alienten en las redes sociales. En eso es especialista Pablo Echenique, antisistema de corazón, portavoz de Podemos de profesión. Su tuit de apoyo a los jóvenes «antifascistas» que, según él, defienden en la calle la libertad de expresión, resulta descorazonador e irresponsable. ¿En manos de quiénes estamos? Unidas Podemos evita expresamente condenar el tuit de Echenique y, entretanto, el ala socialista del Gobierno se limita a condenar la violencia. Está comprobado que da igual la barbaridad que digan o hagan sus socios, este ejecutivo bicéfalo no se va a romper. Lo sabe bien el vicepresidente Iglesias, defensor de la libertad de expresión de individuos como Hasel y, sin embargo, qué paradoja, firme partidario de limitar la libertad de prensa. Iglesias ya logró introducir en la Ley de Seguridad Nacional «instrumentos de vigilancia para evitar la desinformación». Durante su etapa como tertuliano, afirmaba que pretendía controlar la televisión pública. Hoy, no contento con su poder ejecutivo y con su digital “La Última Hora”, señala desde el hemiciclo a medios de comunicación concretos, propone que sean supervisados. No debería retratarse tanto el vicepresidente. Debería conceder entrevistas a esos periodistas que tanto le molestan. ¿Es compatible ser demócrata y antisistema? Pregunto.