Política

No es la economía, es el lenguaje

Ya está bien de morderse la lengua, como reza el nuevo libro del académico Darío Villanueva. Una panda de pseudiointelectuales del copón nos impone una manera de hablar con la que dinamitar nuestras cabezas. El peligro no es el borrado de las mujeres, que dice Irene Montero refiriéndose no se sabe a quién, si a una mujer o a un florero, sino el fin de la civilización tal y como la conocemos: la familia, aunque sea de nuevo cuño; la madre, sea soltera, casada, viuda o santa; el padre, con lo que muere toda la literatura, y además el niño y la niña con todos sus derivados. Los Simpsons tienen los días contados. Los gobiernos han comprado la mercancía, ¡me la quitan de las manos!, se oye en las universidades norteamericanas, convencidos de que si no lo hacen serán arrojados a la cuneta del ostracismo y el señalamiento cultural. La posdemocracia de la nueva izquierda abre las piernas ante un pretotalitarismo con ínfulas de empotrador sin que la derecha haga nada por impedirlo. Es mejor seguir la corriente que poner pie en pared, que eso requiere pensar y no estamos para esfuerzos fatuos. Es más, la propia derecha comulga con la nueva religión sin que pase por el confesionario en una obsesión suicida.

El próximo 8 de marzo escucharemos a las mendas de la cancelación gritando expresiones marcianas que se han hecho terrícolas antes de que nos traigamos del planeta unos kilos de sentido común. Solo faltarán las bragas usadas que Karmele vendía en Cuba. La mitad del Gobierno compra el diccionario a la otra mitad, aunque no se pa muy bien qué significa cada término. Nos enfadamos con las mamarrachadas víricas de Victoria Abril mientras nos tosen a cada rato con el nuevo dios que nombra la realidad a su antojo. Este aire de censura en suspensión recrea un ambiente tan asfixiante que casi se prefiere respirar en una mascarilla y mascullar palabras prohibidas como si fueran los tacos de un imberbe a la hora de comer. Ya todo es cuerpo de un delito. No existe la izquierda, la derecha o el centro. La ideología de la neolengua lo invade todo, y si te la saltas, chico, estás perdido.