Machismo

Ayuso y Monasterio somos todas

Madrid apesta, como apesta toda la política española (y mundial) a oportunismo y a machismo para dummies, de ese que vimos con el caso Cayetana Álvarez de Toledo y que vemos desde hace tiempo con Ayuso

En esta ruleta rusa que es el Covid, donde nadie ¿o díganme quién? sabe a qué atenerse y nadie ha podido mantener una postura desde el principio (exceptuando a Iker Jiménez) los aciertos y la valentía de Isabel Díaz Ayuso son incuestionables. Gracias a ella, Madrid no se ha parado (y el virus se ha controlado) mientras las demás comunidades de todo signo se arruinaban decretando cierres, sin mejores resultados sanitarios.

Sin embargo, la duda ofende y Madrid apesta, como apesta toda la política española (y mundial) a oportunismo y a machismo para dummies, de ese que vimos con el caso Cayetana Alvarez de Toledo y que vemos desde hace tiempo con Ayuso.

Decía Thatcher que, si sus críticos la hubieran visto caminando sobre las aguas del Támesis, la hubieran acusado de no saber nadar… Y la cosa, desde entonces, ha cambiado muy poquito fuera de las piruetas que hace la Ministra Jolines y sus secuaces vestiditas de morado pancarta en ristre.

Disfrazado de preocupación, celo o direccionalidad, incluso cinismo político, lo que tenemos delante es machismo del más elemental, tan de siempre, tan de casa, que muchos (piel de amianto/wishful thinking) no ven a este gorila verde tocando la trompeta mientras sopla un matasuegras.

¿Qué tiene poca preparación? Ayuso es Licenciada en Periodismo y Doctora en Comunicación Política ¿y qué preparación tienen los demás? ¿Qué preparación tiene Pedro Sánchez? ¿Y Pablo Casado?

Que sí, que yo tampoco entiendo cómo para dirigir una empresa se exigen tres idiomas y años de experiencia y en cambio para dirigir un país o una comunidad autónoma basta con haber trabajado un poco de tertuliano… Lo que no es de recibo es el doble rasero, uno con los “barones” y otro con las mujeres que verdaderamente somos líderes en todas partes, desde la directora general de una empresa hasta el ama de casa que cría a sus hijos.

La mayoría de nuestros políticos carecen de liderazgo, igual que carecen de fantasía, no tienen Arte, ni dialéctica, ni carisma, ni voluptuosidad, convertidos en el oportuno y sufrido sofá gris donde la España temerosa y ramplona descansa; un Pantone Cool Grey que yo no compraría nunca (por muchos hijos y perros que tenga); pero es evidente que ni la sociedad ni el Congreso les exige a los “barones” un mayor desembolso. En traje y corbata, o con coleta y pisamierdas ser hombre significa tener las puertas abiertas mientras que ser mujer significa ser tutelable como acertadamente ha declarado Mónica García, diputada por Más Madrid, que quiere “ser presidenta de la CAM” y no otra de las secretarias de Iglesias; porque “Las mujeres estamos cansadas de hacer el trabajo sucio para que, en los momentos históricos, nos pidan que nos apartemos”. Así, asesta una bofetada al todavía vicepresidente al que informa de que las mujeres, por si no se ha dado cuenta, podemos trabajar y conseguir cosas “sin que nadie nos tutele”.

Yo, que soy feminista serena (y no lo que hay por ahí) les diré que vengo observando a las mujeres de nuestra política una por una desde hace años y me gusta mucho lo que veo. Las he escuchado sin mirarlas, para después observarlas quitando el volumen, que es como se conoce verdaderamente a un político y a cualquiera. Pruébenlo y descubrirán con asombro al que miente, al que es divertido, al que está triste y cuánta ira o cuánto afecto en cada gesto…

¿Creen que alguna de nuestras políticas llegará a medio plazo a la Presidencia del gobierno? Ojalá. Durante un tiempo muchos pensamos que podría hacerlo Esperanza, incluso la autolítica (y heterodestructiva) Arrimadas… Ahora, resuena el nombre de la nunca demasiado vituperada Isabel Ayuso y todas (y todos) deberíamos apoyarla relajados (no se ofendan) pero a diferencia de los hombres, a las mujeres aún no se nos permite acercarnos a las más mínimas cotas de poder si no lo valemos sobradamente. Pero sobre todo, debemos apoyarla porque ha convertido la Comunidad de Madrid en un oasis para la actividad económica en esta pandemia. Su flexibilidad en cuanto a las restricciones y el control epidemiológico han dado el necesario respiro a nuestros negocios y a la hostelería.

En cuanto a Rocío Monasterio, su compañera de reparto en este thriller madrileño, me resulta muy fiable y me mata de risa, además. Es ver un video suyo y no poder parar (se lo recomiendo encarecidamente). Lo más interesante de esta arquitecta y madre de cuatro hijos, no es su elegancia natural, ni su discurso, que es potente y maduro, ni su belleza; lo extraordinario de Monasterio es su insultante parsimonia y su impasibilidad ultra cortés con las que vuelve literalmente locas a todas las personas agresivas e irritables del establishment. Si son de izquierdas y/o algo acomplejadillas las descoyunta del todo porque imposta o posee una voz como de marquesa de dibujos animados, francamente desternillante. Luego es que suelta, sin sombra de complejos, verdades como puños.

Rocío Monasterio es licenciada por la Universidad Politécnica de Madrid con especialización en Ordenación del Territorio, Urbanismo y Medio Ambiente, pero decidió dejar la hormigonera para dedicarse a la política asumiendo que no es precisamente el camino directo a la felicidad; digamos que le compensa dar la batalla (y la vida) por sus ideas y en contra del “negocio de la ideología de género”, a pesar de identificarse como feminista: “Soy feminista desde que tengo uso de razón, crecí admirando el feminismo de Clara Campoamor, Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán…y de otras mujeres, por las que todas hemos avanzado, llevo 20 años trabajando entre hombres al pie de una obra y no me van a venir a validar mi feminismo ni las socialistas, ni las comunistas”.

Ayuso y Monasterio, un equipo distinto y necesario que destacará frente a la inoperancia de los socialistas, de los comunistas e incluso, créanme, de muchos de sus compañeros.