Coronavirus
El nacionalismo no vence al virus
Sólo en dos artículos del Tratado Fundacional de la Unión Europea hay referencias a la política sanitaria. En el 168 («la Unión fomentará la cooperación entre los Estados miembros en los ámbitos contemplados en el presente artículo y, en caso necesario, prestará apoyo a su acción») y en el 169 («no obstarán para que cada uno de los Estados miembros mantenga y adopte medidas de mayor protección»), pero lo suficientemente inconcretas como para entender que, en el momento de su firma, en 1992, no se contemplaba ninguna emergencia como la que estamos viviendo ahora. Después de más de un año de pandemia, cuando la vacunación no se contemplaba a corto plazo, algo ha quedado claro: cada miembro de los 27 estados que forman la Unión –tras la salida de Reino Unido– ha desarrollado su propia política sanitaria y ha optado por la vacuna que ha considerado, aunque corregido al final por la gravedad de los hechos. Un ejemplo ha sido el incomprensible sistema de control de viajeros para moverse entre países, mientras había un casi confinamiento interior, o las exigencias en torno a acreditar PCR para poder viajar. El resultado se refleja en que la evolución de la pandemia ha sido diferente en cada país, pero con un hecho común: el incumplimiento del plan de vacunación de la UE, que obligaba a que para el 31 de marzo el 80% de las personas mayores de 80 años estuviesen vacunadas. La realidad es que sólo se ha llegado al 27%. Que las dosis recibidas en enero (20 millones), febrero (30 millones) y marzo (50 millones) no eran suficiente para afrontar el plan lo demuestra que la propia presidenta de la CE, Ursula von der Leyen, confía en que a partir de abril se reciba una media de cien millones por mes. Que ha actuado un nacionalismo al margen de la Unión es innegable, aunque tampoco serviría de nada, o sólo para dar ánimos a los euroescépticos, poner el espejo de EE UU y Reino Unido, donde el 50% y el 7,8% de la población, respectivamente, ha recibido ya las dos dosis. A escala nacional, se ha reproducido la idéntica pugna por ver que comunidad vacunaba más rápido, competición sin sentido, pues el suministro está centralizado y las diferencias de población son notables.
Que el presidente del Gobierno diga que «pronto tendremos más vacunados que contagiados en España» no ayuda en nada y, además de una obviedad deseable, no concuerda con los datos: si bien se ha incrementado el ritmo en los últimos días, son algo más de 5,3 millones de personas –un 11,2% de la población– las que han recibido al menos una dosis. Estamos viendo una despiadada campaña electoralista contra la Comunidad de Madrid acusándola de ineficacia en la vacunación cuando mantiene uno de los niveles más altos y, sin embargo, no se tiene en cuenta que es de Sanidad de quien depende la distribución de las dosis. Lo que hace falta es lealtad y cooperación.
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