Política

Marlaska y frenesí

Pérez de los Cobos, último hombre en pie, fue castigado con su despido y sin ascenso a general

Al coronel Diego Pérez de los Cobos lo cesan como jefe de la Comandancia de Madrid por no saltarse la ley y, como tiene escrito un maestro, porque lo piden los nacionalistas vascos y catalanes. Su verdugo, el ministro Grande-Marlaska, no mentía cuando argumentó en el Congreso que el despido del Guardia Civil se debía a una pérdida de confianza. A Pérez de los Cobos lo tumban, según el juez, como castigo «por cumplir con lo que la ley y el mandato judicial ordenaban (...) de no informar sobre las investigaciones y actuaciones en curso; lo que, entre otras cosas, podría haber sido constitutivo de un ilícito penal». Pérdida de confianza, yeah, pero por no incurrir en lo que tenía todo el aspecto de una prevaricación como el sombrero de un picador en tarde de sol y moscas. Luego está el asunto, ya dijimos, de que al oficial los nacionalistas nunca le perdonaron haber coordinado el operativo policial en Cataluña durante los días del intento del golpe de Estado, cuando sonaron los tambores de la insurrección de los pijos, los xenófobos y los conjurados contra el Estado de Derecho. Fue la representación del Estado, asaltado por la conjura de los enanos y, más allá, durante el juicio en el Tribunal Supremo. Sus intervenciones ante los jueces, lo tengo escrito, fueron prodigiosas. Aquel hombre de claridad láser aceptó defender la ley y la Constitución mientras los mandos políticos, sus superiores, gateaban por las alfombras, incapaces de encarar el crimen y a los criminales con el rigor debido. A resultas de todo aquello los cabecillas de la organización mafiosa fueron condenados por sedición, los políticos volvieron a sus quehaceres civiles, convencidos de que regresará el tiempo de pactar y gozar a lomos del tigre nacionalista, que tantas tardes de gloria repartió en un Madrid entregado a disfrutar los favores que regalaba a cambio de silencio. Pérez de los Cobos, último hombre en pie, fue castigado sucesivamente con su despido de la comandancia y más tarde le han denegado el ascenso a general, siendo como era/es número uno de todos los aspirantes. Que rematara una investigación sobre el carnaval del 8 de marzo, cuando las autoridades sabían lo que llegaba pero antepusieron las guerras culturales a la hipótesis de unos conciudadanos asfixiados por las ucis de España, fue la paletada postrera con la que enterrar a quien, como Edmundo Bal, el abogado del Estado que llevó la causa del 1-O y fue liquidado por la entonces ministra de Justicia, Dolores Delgado, no se dejó amilanar o engatusar por las querencias e intereses de la piovra al mando. Ah, Grande-Marlaska también fulminó en agosto de 2018 al coronel Manuel Sánchez Corbí, entonces jefe de la UCO, la Unidad de Central Operativa. Recuerden de paso los sucesos del Desfile del Orgullo Gay y el linchamiento de Ciudadanos, y la destitución de José Antonio Nieto González como responsable del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de la Policía Nacional a tres meses de jubilarse. Lo de Grande-Marlaska más que horror es puro, chungo frenesí.