Crisis económica
Desaliento fatal
Las crisis económicas dejan en la trastienda de la vida un saldo oscuro
Esta semana última recibí la triste noticia de que un viejo camarada de juventud se había quitado la vida. Se trataba de una persona con innumerables problemas, acorralado por la vida y por las decisiones equivocadas. Ya en otras ocasiones había amagado con atentar contra sí mismo; pero, en las actuales circunstancias, los que lo conocimos no hemos podido dejar de preguntarnos si la actual situación de confinamiento, la psicosis desalentadora de la pandemia y el aislamiento no pesarían decisivamente esta vez para que se lanzara de nuevo a lo irrevocable.
Las víctimas y los daños del coronavirus no se circunscriben tan solo a la desaparición de aquellos para quienes la vacuna no llegó a tiempo, ni a los que entraron en las UCIS para no salir nunca. La sombra del covid se alarga con la crisis económica que provoca, la caída de empresas, la pérdida de puestos de trabajo y con ello de expectativas de futuro para mucha gente. Eso ya ha sucedido antes y hay testimonios escritos de ello desde tiempos inmemoriales. Las crisis económicas dejan en la trastienda de la vida un saldo oscuro, nunca contabilizado, de aquellos que, sitiados por las dificultades y los contratiempos monetarios, se quedan en el camino, bajan los brazos y, por agotamiento, dejan de luchar. Tengo ante mí un texto inglés, de la primavera de 1696, que hace referencia a ello. En esa época el gobierno inglés del siglo XVII quiso hacer una reacuñación de moneda y sustituir por otras nuevas el descontrol de las piezas diversas que circulaban. Lo planificaron tan mal que provocaron un problema de liquidez y un colapso económico brutal. En el verano de aquel año fue imposible encontrar efectivo. Nadie podía pagar ni cobrar. La población entró en un estado próximo al pánico. Edmund Bohun, censor oficial del reino, le escribió a un amigo: “Todo está parado. La gente está intranquila en extremo. La pobreza está provocando muchos suicidios en familias modestas”. Escalofriante. En los textos tenemos los testimonios tangibles de las experiencias sufridas con anterioridad. Nuestra obligación es preverlas con medidas decididas que, como sea, abran una ventana de esperanza a la población.
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