Economía

Haciendo República sin saber economía

«Efectivamente, el conocimiento de la economía también elimina la defensa de la República»

El 14 de abril de 1931, no sólo España –como consecuencia de la llegada de la II República–, sino todo el mundo, vivía una conmoción extraordinaria, a causa de una gran depresión económica. Naturalmente, a un gran cambio político debería unirse una reacción económica que encajase perfectamente con el avance de la Ciencia económica. ¿Y que nos encontramos en las decisiones de aquellos nuevos gobernantes?

En primer lugar, la bandera que alzaron fue la llamada Reforma Agraria. Pero no acudieron a recientes economistas, sino que, para evitar el llamado espartaquismo agrario, que actuaba con violencia en muchas regiones españolas, decidieron seguir las líneas doctrinales emanadas básicamente de Henry George. Como Flores de Lemus sí había investigado cuestiones de la economía rural española y aludido a la cuestión del latifundismo, le convirtieron en asesor máximo ante este problema. Y este gran economista propuso que se podría hacer algún cambio en zonas latifundistas, pero con la creación de un Banco Nacional Agrario. Un enemigo de Flores de Lemus, Bernis, asesoró que la banca española del momento no podía tolerar la hasta entonces existente falta de competitividad en el sector crediticio agrario. Se aceptó este punto de vista, y, al enterarse Flores de Lemus –el mejor economista español de entonces–, abandonó su asesoramiento a este proyecto.

En el terreno agrario tuvo lugar otro acontecimiento. Para rebajar el precio del pan, en un momento de depresión económica, a Marcelino Domingo no se le ocurrió otra cosa que importar barato trigo argentino. Se hizo la compra y cuando éste llegó a puertos españoles coincidió con el anuncio de que la cosecha de trigo nacional era la mayor que, hasta entonces, se había registrado. De acuerdo con la Ley de King, este incremento de la oferta hundió las cotizaciones y originó un caos económico en el campo castellano y en el aragonés. Por si esto fuera poco, a Largo Caballero, ante el incremento automático de paro que se generaba de mano de obra asalariada en la agricultura, decidió obligar al mantenimiento de los contratos anteriores. Si se quiere averiguar la tensión social originada por esta combinación de disparates económicos, leamos en El Norte de Castilla de 17 de noviembre de 1933, la noticia de lo sucedido entre un pequeño cultivador de esta región y un Gobernador Civil. Éste le sancionaba, obligándole a garantizar un salario alto para los braceros a los que estaba obligado a contratar, siendo el cultivador mismo el que entregase el dinero de multa y salarios al Gobernador. De esta manera, el cultivador evitaba la presencia en su domicilio de alguien que vivía mucho mejor que sus hijos y a costa de que él hubiera tenido que pedir un préstamo con la garantía de su tierra, que además, cada vez parecía valer menos.

Pero hubo muchas más equivocaciones. Por ejemplo, como Ministro de Hacienda, Indalecio Prieto decidió poner en marcha el llamado Plan Carabias, que era el Gobernador del Banco de España. Con ese motivo, se adoptaron medidas para subir la cotización de la peseta. Keynes, en 1930, había señalado, en una reunión madrileña con el gran economista Olariaga, las ventajas que creaba la caída del cambio de la peseta, para mantener la exportación española. El Plan generaba, en cambio, lo que Sardá, otro insigne economista, criticó, porque eso desarrollaba «una política monetaria extremadamente deflacionista», que cualquier mínimo conocedor de la economía sabía inconveniente, en etapa de depresión económica mundial, como la de 1931.

Por todo lo anterior, resulta asombrosa la alabanza que, el 14 de abril de 2021 señaló, en el Congreso de los Diputados, el Presidente Sánchez. Cuando España, como consecuencia de la gravísima crisis económica que padece, exige a sus gobernantes ideas muy claras sobre la política económica a efectuar, resulta inconcebible, que el Presidente señale como bueno, el inicio de algo que, también tuvo lugar ante una crisis económica mundial, con resultados funestos. En el artículo «La crisis económica», (1981), de Jordi Palafox, aparecido en Revista de Occidente, número extraordinario 50 aniversario de la II República Española se indicaba en la pág. 69, entre otras informaciones muy valiosas, que Olariaga señaló, al contemplar la política que desarrollaba la II República que «lo que había comenzado siendo una crisis normal y pasajera… se convirtió en una absoluta represión del espíritu de empresa», por lo que «no habrá nadie que se comprometa a invertir capital en ningún negocio de producción». Efectivamente, el conocimiento de la economía también elimina la defensa de la República. Y todo eso tiene el respaldo de la obra de Leandro Benavides, «La política económica en la II República» (1972).