Aventura

El último superviviente

A sus 81 años, ha sido el único residente de la isla de Budelli, en el archipiélago de la Maddalena, durante décadas

Vivir en una isla desierta es el sueño de muchos. Siempre hay algo de lo que se puede huir. Pero esa clase de vida entraña muchas dificultades. Lo primero, poder ser autosuficiente, alimentarse con lo poco que provea la isla. Aún más arduo resulta adaptarse a la vida de ermitaño, lograr una vida interior tan profunda como para poder resistir al aislamiento, sin contacto físico con humanos. A este desafío existencial se entregó en cuerpo y alma hace 32 años Mauro Morandi. A sus 81 años, ha sido el único residente de la isla de Budelli, en el archipiélago de la Maddalena, durante décadas. Lamentablemente, en mayo comenzará una nueva aventura, muy a su pesar, en un apartamento en el norte de Cerdeña. Las autoridades italianas llevaban desde 2016 presionando a Morandi para que abandonara «su» isla desierta y por fin lo han logrado. A pesar de las campañas en redes sociales y en Change.org, el «Robinson Crusoe» italiano dejará de serlo en unos días. La denuncia de Fabrizio Fonnesu, el presidente del Parque Nacional La Maddalena, fue la gota que colmó el vaso. Fonnesu alegó que Morandi hizo cambios ilegales en la cabaña en la que pernoctaba: una antigua estación de radio de la II Guerra Mundial. Por lo que finalmente, el octogenario será desalojado de la isla. Y eso que los italianos reconocen que Morandi ha hecho mucho más por el ecosistema de Budelli que los protectores oficiales del archipiélago. Espantaba a los turistas de las aguas protegidas de la isla y siempre estuvo alerta para evitar incendios. Asimismo, con tanto tiempo libre, recogía detritos y mantuvo las prístinas playas de Budelli limpias de plásticos y residuos. En 1989, Morandi se cansó de su vida anterior. «Estoy harto de muchas cosas relacionadas con nuestra sociedad: El consumismo y la situación política en Italia» y decidió poner tierra y mar de por medio. Compró un catamarán y con un grupo de amigos empezó una travesía de 20.000 km buscando las antípodas, los remotos mares del Pacifico. El entonces profesor de Educación Física de Módena reconocía que decidió mudarse «a una isla desierta en la Polinesia, lejos de todas las civilizaciones. Quise comenzar una nueva vida cerca de la naturaleza». El destino quiso que, nada más partir, atracaran en Budelli, una de las mas bellas islas del Mediterráneo conocida por sus playas de aguas turquesas y arenas rosáceas por los fragmentos de coral. Allí conocieron al antiguo cuidador de Budelli, que estaba a punto de jubilarse. Morandi no lo dudó. Él ocuparía su lugar. Tuvo la revelación de que no hacía falta navegar tan lejos para perseguir su sueño de vivir solo en un paraíso. Sin embargo, el ermitaño ha acabado rindiéndose a la presión de las autoridades. «Llevo 20 años luchando contra los que me quieren echar, aunque apoyado, psicológicamente y no solo por Budelli, sino por todos los que me animan. Ahora me he hartado de verdad y me voy».