Opinión

Balas sobre la Gran Vía

Cuando todos éramos normales, en tiempos de campaña lo que llegaba a los buzones eran los programas electorales y la papeleta, ahora llegan otras cosas menos agradables

Encarando la recta final de las elecciones del martes, ni te cases ni te embarques, el lodo ya llega hasta las rodillas de todos los implicados en esta aventura que durará sólo dos años. Planteada como una posición de conciencia desde el principio, bajo el lema «Comunismo o Libertad», la sopa política tomó cuerpo hasta convertirse en un líquido intragable para los ciudadanos, que ponen cara de póquer si les preguntas sobre las propuestas de los partidos. «¿Propuestas?» Como la extraterrestre, la vida después del 4-M es una incógnita que se oculta detrás de la tramoya sobre la que danzan los candidatos, cada uno en su papel desde luego, que ya ni piden el voto, tan sólo lanzan consignas copiadas del lamentable manantial de los años treinta del siglo pasado.

Esta toma o defensa de la Comunidad de Madrid, según se mire, claro trata de reducir el debate político a una especie de plebiscito sobre el futuro de nuestro país partiendo de la particularidad de las urnas del 4-M y acabando en la generalidad del futuro de nuestra democracia, pero una vez dicho esto nadie tiene ni puñetera de idea de programas ni del modelo de Estado que se empieza a configurar. España no es sólo la suma de kilómetros cuadrados de terreno, en esencia, la forman los españoles que una vez más vuelven a ponerse de perfil en lugar de hombro con hombro.

Cuando todos éramos normales, en tiempos de campaña lo que llegaba a los buzones eran los sobres rellenos con los programas electorales y la papeleta para meter en la urna. Ahora llegan otras cosas menos agradables y lo peor es que nadie se da cuenta de que hemos cambiado los votos por las balas. Será que el ruido de éstas nos impide enterarnos de que ya ha empezado el tiroteo.