Política

Violentos

El elemento diferencial de esta campaña electoral madrileña, que por fortuna está terminando, la distinción respecto a las anteriores, ha sido esa tenebrosa violencia que han introducido en ella. El lugar del discurso lo ha usurpado la agresión. Pero quien usa la violencia se retrata: su umbrosa ideología delata al violento. Por mucho que luego, como ha hecho ETA después de medio siglo de ejercerla, los inicuos salgan diciendo que lo hicieron «por amor». Por cierto, la misma lóbrega eximente que esgrimen los maltratadores: «La maté porque era mía, pero la quería muchísimo. Etc, y ¡pum!».

El ruido y la furia han sido el «pan muerto» de cada día de una campaña que solo ha atenuado la violencia cuando sus perpetradores se dieron cuenta de que empezaban a hacer un espantoso ridículo. Y en política, como en todo, ni siquiera los payasos profesionales pueden permitirse hacer el ridículo. Una cosa es hacer reír y otra convertirse en un personaje irrisorio, o sea: en un necio, propiamente. La violencia como representante sindicado de la terrible mala fe sartriana de líderes que están abrumados por sus preocupaciones relacionadas con el poder político y el dinero, es algo que estamos viendo con demasiada frecuencia en estos tiempos. Usada como método de agitación, no es más que la zafia expresión del interés partidario de movimientos ideológicos que están enlodando el discurso público para obtener unas ganancias que no podrían conseguir de manera civilizada. Y no se trata solo de los episodios de violencia vividos en esta campaña electoral, sino de otras ocasiones anteriores, cuando se han producido disturbios que, hasta hace poco, eran casi impensables en la sociedad española. Pero los modos están cambiando porque los «líderes» (¡!) son diferentes…

Un elemento novedoso más: un partido político, que cobra subvenciones millonarias de dinero público, paga las nóminas, según dicen, de matones que reparten mamporros en mítines de la competencia. ¿Para eso sirven nuestros impuestos, para extender cheques a quienes avivan profesionalmente pulsiones de odio en las calles de este país exhausto y doliente…? Luego, algunos hablarán de «progreso». Pero un latino diría: «Vilis et infames».