viñeta

La tercera novela de Karina Sainz Borgo

En parte el atractivo quizá brota de la veta testimonial, porque autora y protagonista nacen y viven en Venezuela, son periodistas, cuentan las heridas de su país, y su destino final es España

La tercera novela de Karina Sainz Borgo no existe. O mejor dicho: no lo sé, porque no ha sido publicada aún. De hecho, ignoro si la autora hispanovenezolana ha comenzado a teclearla. Pero sí existe como anhelo, porque no concibo que alguien pueda leer sus dos creaciones anteriores sin impacientarse esperando una nueva.

Su primera novela, «La hija de la española», apareció en 2019, y probó que no estábamos ante una escritora más. La tensa y estricta fuerza con la que relata la aventura vital y mortal de Adelaida le granjeó con justicia atención y éxito. En parte el atractivo quizá brota de la veta testimonial, porque autora y protagonista nacen y viven en Venezuela, son periodistas, cuentan las heridas de su país, y su destino final es España. Pero la descripción de la dictadura chavista es clara como un tajo: «Prometieron. Que nunca nadie más robaría, que todo sería para el pueblo, que cada quien tendría la casa de sus sueños». Mintieron, claro, pero nunca lo reconocieron: «Si las panaderías estaban vacías, el culpable era el panadero». El desenlace del socialismo del siglo XXI es la descomposición política, económica, social y moral, del socialismo de toda la vida: «Nos descubrimos deseando el mal al inocente y al verdugo. Éramos incapaces de distinguirlos».

La segunda novela, publicada también por Lumen, «El tercer país», es de este mismo año 2021. El escenario es diferente, un pueblo inventado en una frontera indefinida, donde se encuentran dos mujeres: Visitación, enterradora de los muertos que nadie quiere, y Angustias, que huye de la peste con su marido y sus dos niños recién nacidos.

En un vértigo de miedo e incertidumbre, los personajes se mueven y se mueren, revelando el quieto subsuelo de la naturaleza humana y la agitada y poliédrica vida que rueda y enseña sus rostros más sublimes y más abyectos.

Esta joven y gran escritora es demasiado talentosa como para incurrir en desviaciones didácticas. No moraliza, ni concluye. Por no concluir, deja sus finales abiertos, como los nuestros. Y entre la crueldad y la piedad que destilan sus personajes deja unos retratos inolvidables de hombres y, sobre todo, mujeres.

Hágame caso: lea usted estas dos magníficas obras. Y sospecho que terminará igual que yo: en la ilusionada espera de la tercera novela de Karina Sainz Borgo.