Opinión
Soy tabernaria
Reconozco que para mí los gustazos más grandes del fin de semana son: desparramar por encima de mi cama todos los periódicos y suplementos y cuando ya está todo leído y repasado minuciosamente, hacer una ronda de llamadas a mi hija, mi hermana, mis amigotas; luego ya, darme una buena ducha, arreglarme y salir con mi chico, que es un magnífico rastreator de tabernas y chiringuitos, a tomar un aperitivo largo, ora aquí, ora allá, sin que falten, por supuesto, las cañas, el vermú y los berberechos. Somos españoles y tenemos el privilegio de los bares, de los pinchos y de los vinos, que pueden echarse a competir con los mejores del mundo. De hecho, este año, así ha sido considerado Castillo de Ygay de 2010, de las bodegas Murrieta de mi amigo Vicente Cebrián. Todo ello forma parte de nuestra cultura y de nuestra idiosincrasia, de nuestro ADN, y pobre del que así no lo considere. Carmen Calvo, en adelante Carmen de Cabra por ser su tierra natal, que es la mujer más encabronada del país, asegura que en su partido no se habla de tabernas ni de berberechos. Quizá ignora que el PSOE fue fundado en un establecimiento tabernario, pero da igual. Sabemos muy bien el pelaje entre ignorante y resentido de quienes nos están gobernando, que no han sabido encajar una derrota más que anunciada en la Comunidad de Madrid que, sin duda, tendrá repercusiones en la política nacional. Iremos viendo. Iván Redondo ha ido perdiendo su capacidad de milagrero y sin el fantástico gurú esta panda de embusteros e inútiles poco va a tener que hacer. Tiempo al tiempo.
¡Cómo es la vida y cómo las circunstancias nos hacen cambiar el criterio y la opinión que antaño podíamos tener de algunas personas! Por ejemplo, Joaquín Leguina, con quien nunca me había identificado, ahora sentencia frases que suscribo al cien por cien, como cuando asegura “si habláis de inclusión, lo que estáis demandando es la exclusión del otro; cuando os reclamáis pluralismo, lo que buscáis es eliminar lo que es común a los españoles”. Yo quisiera haberme adelantado y escribirlo antes que él. Sigo un poco más porque merece la pena “cuando dices, a propósito de otorgar indultos a los separatistas catalanes, que hay que aliviar tensiones mientes, pues las leyes empujadas desde el Gobierno, como la de educación o la de eutanasia, no buscaban otra cosa que el enfrentamiento”. Se fuma un puro con su expulsión del partido por discrepar con los actuales mandatarios, pero ha dicho con toda tranquilidad que ya volverá cuando se larguen estos, para lo cual augura que no falta ya mucho.
Luego está lo de Albert Rivera, otra rata que escapó cuando vio que su barco hacía agua. Ahora reparte buenas palabras entre los que también se van. Él y su partido vinieron a jorobar la política nacional, cuando tenían que haberse quedado en Cataluña haciendo contrapeso a la chusma independentista. De hecho en un principio funcionó pero, claro, Madrid es muy goloso y para aquí se vinieron a marear y a descomponer apoyando una moción de censura que provocó la llegada de Sánchez por la puerta trasera y todas las consecuencia caóticas que ahora estamos viviendo.
CODA. Francia prohíbe el lenguaje inclusivo en las escuelas. Naturalmente, ¿cómo se puede tolerar una agresión a la lengua como la que estamos padeciendo en España? Sigo preguntándome cómo la Real Academia Española tolera estos dislates, siendo como es la guardiana y promotora de que todos hablemos bien nuestro idioma. Me gustaría saber qué dirían sobre este absurdo problema los sabios que otrora se sentaron en sus sillones, tipo don Ramón Menéndez Pidal, Julián Marías, Laín Entralgo o Camilo José.
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