Opinión

«Normalizar» la traición

En la Historia existen no pocos precedentes de la conducta de los condenados

Sánchez quiere ir preparando a la opinión pública para aceptar como «natural» el indultar a los políticos condenados por sedición por intentar obtener la secesión de Cataluña desde el Gobierno de la Generalitat.

Se trata de una petición exigida para asegurar su subsistencia mientras convenga a los enemigos de España, de los que se ha convertido en rehén. Al fin se impone la realidad en su contradicción existencial de haber accedido al Gobierno y pretender mantenerse en él con el apoyo de los que buscan su destrucción.

En la Historia existen no pocos precedentes de la conducta de los condenados, empezando por 1640, cuando los Puigdemont y Junqueras de la época proclamaron conde de Barcelona al Rey francés Luis XIII, traición que significaría la pérdida de lo que ahora reivindican como la «Catalunya Sud»; pasando por los que traicionaron a Felipe V, Rey de España, al que las Cortes Catalanas juraron lealtad en 1701 en Barcelona, para cambiar de bando después apoyando al pretendiente austracista. También hay precedentes de la conducta de Sánchez en Largo Caballero —el Lenin español, al que tanto admira—, que promovió el golpe de Estado revolucionario de 1934 para, tras un fraude electoral que llevaría al Gobierno al Frente Popular en 1936, indultar a todos los golpistas con Companys en cabeza.

Este golpe a la República precipitó la Guerra Civil, y ahora han dado un golpe a la Constitución de 1978, a la que los predecesores de Puigdemont apoyaron con entusiasmo. La traición se repite.