Opinión

Los líos de los independentistas

La victoria de Sánchez es convertir el indulto en un caos para la frágil coalición independentista

A los independentistas les sucede lo mismo que a los comunistas y los islamistas y es que se odian entre ellos. Es verdad que cada uno tiene un enemigo común, pero cada vez que tienen una oportunidad, se enzarzan en peleas que acaban destrozándoles. Una vez más, la historia nos ofrece numerosos ejemplos de luchas internas, purgas y conflictos de todo tipo que conducen a que estas tres ideologías fanáticas y autoritarias acaben retrocediendo. La carta de Junqueras ha sido una auténtica bendición y hay que agradecerle que sea el inicio de un cisma dentro del independentismo. Hace tiempo que estaba a la espera de ello, porque la coalición de ERC y JxCat, con el apoyo parlamentario de las CUP, es un auténtico disparate en todos los terrenos. Las diferencias son abismales y solo coinciden en la obsesión por conseguir la independencia. No es un pegamento lo bastante sólido para cohesionar una amalgama de posiciones tan contradictorias, pero tras la renuncia a la unilateralidad la confianza entre los socios estallará por los aires. A lo mejor me equivoco, pero el grado de “enloquecimiento” de Puigdemont es inimaginable y los antisistema de las CUP siempre están en el monte.

La victoria de Sánchez es convertir el indulto en un caos para la frágil coalición independentista, porque lo que realmente quiere es un gobierno de izquierdas en Cataluña. Es decir, recuperar el tripartito de Maragall y Montilla. En primer lugar, es bueno constatar que Junqueras y ERC no han dejado de ser independentistas, sino que posponen el proceso y se apuntan al “pragmatismo pujolista” para conseguir una masa social más amplia que la actual. Luego está lo de la mesa del diálogo que solo busca marear la perdiz y puede ser otro acelerante para la ruptura entre este grupo de pintorescos y acomplejados socios de conveniencia. Junqueras tiene ahora la oportunidad de ser el “Pujol de la izquierda” y ocupar, por fin, la presidencia de la Generalitat una vez concluya el periodo de Aragonés, que lo es por delegación suya. El líder de ERC es el adversario más peligroso para el constitucionalismo, porque es un idealista y lo único que le importa es conseguir la independencia. Y tiene, además, ese punto cristiano que le acerca al martirologio.