Opinión

Marasmo Veraniego

Podemos jugar al populismo de preguntarnos por qué nos cuesta tanto la luz a los españoles si tenemos un Gobierno que dijo que acabaría con la pobreza energética y nuestros campos repletos de placas solares. O preguntarnos si sacar a José Antonio Primo de Rivera del Valle de los Caídos servirá para acabar con la quinta ola del covid, pero esto entraría dentro de la demagogia más cruda porque hablamos de muertos. Tratamos de encontrar el fondo de las cosas mientras la superficie es cada vez más turbia, más opaca, impredecible, errática, delirante. Con la entrada del «Gobierno del Patinete» el modelo de política-ficción ya se ha instalado en nuestras vidas hasta el punto de que los recaditos y puyas de los señores encargados de la comunicación del Ejecutivo, los que se van y los que llegan, se convierten en pura salsa informativa mientras las grandes cuestiones pasan de largo. Qué mesiánicos todos, qué profundidad en las despedidas, qué ridículo. La nueva Ley de Memoria Democrática, sin entrar en calificar por obvios el 18 de julio, la Guerra Civil y el Franquismo, sale de la chistera para aliñar los meses de calor. Otra vez los fusilados, las checas, los moros, la Falange, Lorca, los bombardeos, otra vez el tostón recalentado 85 años después. Se lanza el señuelo y toda la profesión lo sigue sin preguntarse si de verdad es algo más que una presa falsa. Ajena el guirigay, España se bebe un cubata insano en un chiringuito, pero lo paga a precio de oro porque se lo toma mirando al mar. Acaricias el vaso de plástico y aplaudes cuando el sol se pone. Criaturitas que luego cuentan su vida en Instagram. Los expertos aseguran que gracias a las redes sociales nuestros recuerdos ya no lo son y que es imposible recordar por qué hicimos aquella foto. Así Pedro Sánchez se ha olvidado de para qué llego a la Moncloa, pero tampoco le interesa que nosotros nos lo preguntemos. Lo suyo es perpetuar, seguir adelante y despistar. Dentro de unos años, si estamos, cuando Google nos recuerde aquel verano de 2021 nadie sabrá ni cómo ni por qué pasó todo esto que ahora nos deja atónitos. Y puede que no pase nada, menos mal, puede que pensemos que tampoco era para tanto volver otra vez a los años treinta del siglo pasado y escuchar a ese señor hablar inglés tan mal. Puede que ya no pensemos nada.