Periodismo

Adiós Carmen

«Espérame después de siempre para recorrer juntos los senderos de la eternidad»

Carmen, este será un artículo breve, triste y estéril. También algo especial, heterodoxo. Tu y yo, juntos, hemos sido lo mejor de cada uno, sobre todo lo mejor de ti. Acabas de marcharte para siempre porque la muerte, inflexible y radical, no admite matices. No pudieron contigo ni la Covid, ni otros bichos traicioneros y sin escrúpulos, pero al final te ha derrotado el cáncer. Así de inapelable. Nada de circunloquios, porque a ti te gustaba llamar a las cosas por su nombre. Ha sido la crónica de un fracaso anunciado, préstamo grosero que tomo de García Márquez, porque no te creerías que he escrito esto si no incluyo alguna referencia literaria. Es la crónica del fracaso –temporal, pero cierto– de la ciencia, todavía impotente ante determinados tumores malignos. Algún día logrará doblegarlos, pero habrá sido muy tarde para ti.

Carmen de Azúa ha sido mi compañera por la vida y por el mundo, mi mujer, durante más de un tercio de siglo, que ha volado como un suspiro inaprensible. Ahora escribo esto aquí porque quiero y porque ella, desde una segunda fila tan discreta como importante, participó en algunas de las grandes operaciones financieras y empresariales del finales del siglo XX y principios del XXI. Fue persona de confianza directa de banqueros y empresarios como Alfredo Sáenz, Manuel Pizarro o Borja Prado. Nunca buscó, ni quiso, ni tampoco necesitó ni tan siquiera una nota de pie de página. Estuvo allí y ya está.

Carmen, pasear a tu lado por la vida, por el mundo y las burbujas ha sido un privilegio excepcional, inmerecido, que intenté aprovechar hasta el último sorbo de la última copa, esa que ya no pudimos disfrutar. Ahora cuando llega la despedida, te pido que me esperes después de siempre para recorrer contigo todos los senderos de la eternidad, disfrutar de todas sus esquinas y horizontes y bebernos hasta la última burbuja de las estrellas. Adiós y hasta luego, porque también te querré después de siempre y después. Espérame, aunque llegue tarde como tantas veces, porque solo entonces todo esto dejará de ser absurdo, triste y estéril. Te quiero. Carmen.