Rey Emérito
El regreso de un rey
«Fue absolutamente ejemplar en la defensa de nuestro país tanto dentro como fuera»
A estas alturas, hace muchos años que no idealizo a ningún ser humano. Ni siquiera a los personajes históricos. Hay figuras que se puede admirar por su obra cultural, económica, política, social…, pero son hombres y no fueron perfectos. Con ironía me gusta recordar que san Pedro negó tres veces a Jesucristo. Es una lección de vida sobre el engaño y la traición. Por ello, tendré mucha suerte si sólo me engaña una misma persona tres veces o varias una única vez.
La avaricia, la codicia, la traición y el engaño forman parte de la condición humana y hay actuaciones incluso más terribles que estas cuatro que señalo. Don Juan Carlos fue un gran rey, pero también muy mundano en sus errores o debilidades. A veces escucho criticarle a aquellos mismos que le hacían la pelota hasta límites nauseabundos o esperaban recibir sus favores. Hay gente que es solícita y abyecta con los poderosos para conseguir beneficios personales. No afecta sólo a la vida pública, sino también a la profesional. Son pautas propias, una vez más, del ser humano.
He tenido siempre la percepción, en las ocasiones que he estado con él y por lo que he estudiado, de que el anterior rey es una buena persona. Es verdad que tiene un carácter diferente al de su hijo, pero ambos han sabido responder a las necesidades que tenía España en el ejercicio de la jefatura del Estado. Uno es de la generación de mis padres y el otro cercano a la mía.
Es una vergüenza nacional y un gesto de enorme ingratitud lo que está sufriendo el hombre que impulsó la democracia y puso en marcha la Transición. Está pagando muy caro los errores cometidos y tengo la certeza de que nunca actuó en contra de los intereses de España. Todo lo contrario, fue absolutamente ejemplar en la defensa de nuestro país tanto dentro como fuera. Nunca ha sido un corrupto o un comisionista. Es tanto la estrategia de defensa de una mujer sin escrúpulos, que se enriqueció a su costa, como una campaña contra la monarquía, aprovechando que no declaró a Hacienda las ayudas económicas que recibió de amigos leales que querían que tuviera asegurado un nivel de vida propio de su condición. Estuvo mal, pero no merece este ensañamiento.
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