Opinión

Con el culo al aire

Ni hubo encapuchados, ni agresión homófoba, ni nada de nada. Solo un chaval, un poco memo, que tiene una aventura y que no quiere que lo sepa su pareja. En Sevilla no tenemos Malasaña, pero en la concurrida Alfalfa a un novio del cantante Falete lo «secuestraron» unos tipos muy malos que lo metieron en un coche del que solo recordaba que en su interior había una figurita de El Fary.

Qué intriga más gorda, pero la Policía no se lo creyó ni parece que ahora tampoco, porque ya sabemos que no es tonta. Ni un pelo tiene, pero el Gobierno, que anda sobrado de excelencia capilar, durante los días que ha durado el montaje utilizó los cuernos del cornudo como bomba propagandística. Miles de personas en la calle, ráfagas de mensajes en las redes, horas de disputas en las tertulias; la maquinaria generadora de mierda a tope hasta que supimos que todo era una farsa. El acoso a las personas del colectivo LGTBI es un lamentable hecho, una realidad triste a erradicar de la calle a base de educación y penas para los agresores, pero se desactiva cuando los políticos la usan con esta alegría, sólo para cultivar votos en un sector vulnerable de la población. Coralmente, todos han quedado retratados, con el culo al aire, porque detrás del ruido de cotorras solo se escondía un triángulo amoroso. Ni la tendera de la esquina vio nada, porque nada había, ni hubo una campaña orquestada para cazar a nadie. En este juego de ficciones cada cual encuentra su acomodo pero a costa de socavar aún más la calidad de nuestra democracia, incapaz de ser útil con sus mecanismos de «sociedad analógica» a unos ciudadanos que viven entre lo virtual y las «fakes news». Crear inseguridad en la calle, faltar al rigor informativo y utilizar el dolor como propaganda es mucho más dañino que un armario.