Economía
Una España que pudo haber existido
Indalecio Prieto, cuando se inició la II República, fue llamado, inmediatamente, por Alcalá-Zamora, para la Cartera de Hacienda. Eran momentos, en 1931, de una crisis económica mundial extraordinaria
Al investigar a fondo realidades vinculadas a los políticos que dirigieron la economía española, nos encontramos, en ocasiones, con auténticas sorpresas. Eso es lo que me ha ocurrido al trabajar en torno a Indalecio Prieto. Cuando se inició la II República, fue llamado, inmediatamente, por Alcalá-Zamora, para la Cartera de Hacienda. Eran momentos, en 1931, de una crisis económica mundial extraordinaria, que Keynes la había calificado así: «Nunca ha habido en la historia moderna o antigua crisis análoga a la causada por esta gran depresión de 1930». Concretamente en España, entre otros datos negativos, fue el momento de la suspensión de pagos del Banco de Cataluña y del Banco de Reus, ambos del grupo Recasens; de pánico en torno al Banco Central; de crisis del Banco Exterior de España, en parte como consecuencia de los manejos de Recasens, a causa del Banco de Cataluña; hundimiento del pasivo del Banco Hispano Americano; e incremento del paro en multitud de sectores que exigían algún tipo de ayuda. Indalecio Prieto, en el Ministerio de Hacienda, convocó, como consejero, a Flores de Lemus, y éste le disuadió de plantear cualquier reforma impositiva, indicándole, además, que la crisis bancaria se debía a las medidas puestas en marcha por Cambó, cuando había sido Ministro de Hacienda, y que él -Flores de Lemus-, había intentado, en vano, impedir. Y ante el caos financiero que existía, la única solución era liquidar los enlaces Banca privada-Banco de España, y que los consejeros de éste fuesen expertos economistas, nombrados por el Ministro de Hacienda.
A más de conseguir esto, así como el abandono de una Reforma Fiscal, este choque con la opinión de la mayor parte del Gobierno provocó la salida de Prieto del Ministerio de Hacienda. Mas el poder político socialista exigió que Prieto continuase en el Gobierno, como Ministro de Obras Públicas, donde se encontró con el dilema de un crecimiento enorme del desempleo. Como consecuencia de ello, la postura de Prieto fue, nada menos, que volver a defender realidades creadas en la economía española por Primo de Rivera y por Calvo Sotelo. En este sentido, se encuentra la cerrada defensa del mantenimiento de la Campsa, asumiendo el mensaje de Calvo Sotelo, de sus tiempos de Ministro de Hacienda. Prieto decidió recibir el mensaje que había tenido lugar en la etapa de la Dictadura, porque, en sus recorridos por España, había comprobado que la conversión del secano en regadío generaba unas rentas considerables, convenciéndole los argumentos que sobre la política hidráulica había mantenido Manuel Lorenzo Pardo con Primo de Rivera. Lorenzo Pardo fue un espléndido conocedor de las consecuencias de una política hidráulica diferente, lo que contrasta con lo que Azaña había señalado debía ser la política de su Gobierno, abarcando cuatro grandes objetivos: Reforma Agraria, aprobación del Presupuesto, que se prorrogaba, Estatuto catalán y Ley electoral.
Prieto consideró que ésta no debía ser la política adecuada para resolver el problema del paro, cuestión que debía ligarse con la política hidráulica iniciada por la Dictadura, de enlaces de cuentas fluviales en Levante, y en ciertas regiones. Suya es y podría llamar la tesis levantina, por ejemplo, a la conexión Tajo-Guadiana-Júcar-Segura; o lo del agua del Ebro para Castellón, poniendo en marcha las OPER -Obras de Puesta en Regadío-, que alteraban las simples ideas de reparto existente desde los inicios de la Reforma Agraria, señalando toda una política de financiación para el regadío de latifundios, pero que, como consecuencia del valor que pasaba a tener cada hectárea regada, la diferencia entre el valor anterior del secano y esta nueva situación, permitiría que antiguos dueños del suelo sólo se quedasen con aquello que valía esa concreta superficie que recibían sin obtener beneficio alguno, por la rectificación realizada, y el resto se dedicaría al asentamiento de mano de obra parada que se dedicaría a generar riqueza rural nueva. Fue denominado esto, más de una vez, como la reforma agraria de Prieto.
Las políticas citadas en el Banco de España y respecto al regadío plantean por qué, en 1933, abandonó el Gobierno. ¿Qué hubiera sucedido si, como Prieto pretendía, pasase a ser él, Presidente del Gobierno, con una política defendida, simultáneamente, por El Debate, la Iglesia Católica, y siempre con el asesoramiento de altos técnicos? Probablemente, estas medidas, eliminarían mucha tensión política, surgiendo un gobierno republicano, con vinculaciones entre la CEDA y un socialismo nuevo, por lo que la Guerra Civil no hubiera existido.
¿Pero hubiese impedido que, tras la ocupación de Francia por Alemania en la II Guerra Mundial, se hubieran detenido las tropas alemanas en los Pirineos? No es probable, por el vínculo político que Prieto tenía con Francia. Hubiera existido, desde luego, una historia española muy diferente.
Juan Velarde Fuertes es economista y catedrático
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